jueves, 20 de febrero de 2025

COMO DERROTAR EL APOCALIPSIS PERUANO

 

17 FEBRERO 2025

Jorge E. Uceda

En la isla griega de Patmos San Juan Evangelista vio a Dios y escribió el Apocalipsis o Revelación, el último libro del Nuevo Testamento que, según los estudiosos, es una obra fundamentalmente profética. Así, en la primera parte del capítulo sexto aparecen los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, guerra, hambre, peste y muerte que, como sabemos, han asolado a la humanidad incluso desde antes del siglo I de nuestra era.

En el Perú de hoy tenemos también cuatro jinetes: Corrupción, Pobreza, Comunismo y Narcotráfico. Sin ánimo de extenderme en el manoseado diagnóstico de nuestros problemas, me limito a unas pocas precisiones:

Corrupción. Transparencia Internacional, fundada en Alemania en 1993, publica, a fines de enero, su Índice anual de Percepción de Corrupción entre 180 países. Los puntajes varían de 0 a 100 según la corrupción sea elevada o no existente. El IPC para 2024 recién apareció hace seis días. Dos tercios de los países obtuvieron una puntuación menor a 50 y el promedio global fue de 47 puntos. En 2022, 2023 y 2024 el Perú recibió, respectivamente, 36, 33 y 31 puntos, ocupando los puestos 101, 121 y 128. Vamos cuesta abajo, pero ello no parece ser noticia. ¿Quiénes son los corruptos en el Perú? Los hay de todos los colores, ricos y pobres, educados y sin educación, religiosos y ateos, civiles y militares, viejos y jóvenes. Esta es nuestra gran enfermedad. Sin embargo, la mayoría de peruanos no son corruptos, son muy pasivos, a veces egoístas o insensibles, carecen de valores cívicos o andan ocupados tratando de mejorar su precaria existencia. Empero, al desinteresarse de lo groseramente evidente, perpetúan el problema.

Pobreza. Tenemos 10 millones de pobres. La corrupción es una de las causas más importantes, pero los malos gobiernos de izquierda que hemos tenido son, sin ninguna duda, la razón principal. El año 2004 teníamos 60% de pobreza, bajó a 20% el 2016 y ha vuelto a 30% desde el 2021. El primer gobierno de Fujimori y la exportación minera y agraria disminuyeron la pobreza, pero el Covid-19 y los gobiernos de izquierda la volvieron a subir, a pesar de que el Perú es un país bendecido por ingentes recursos naturales.

Comunismo. La corrupción y la pobreza son el caldo de cultivo, el brebaje venenoso, que utiliza el comunismo para conquistar el poder. Los comunistas de antes ahora se llaman “caviares”, porque les gusta vivir de las ubres del Estado, son expertos en engañar a la población y hasta tienen apoyo financiero foráneo. Los caviares, como la peste, han infestado a todos los poderes del Estado y a una prensa convertida en el “más vil de los oficios”, según predijo el insigne Luis Miró Quesada en 1939. Por décadas, la casta caviar ha venido contaminando la educación de nuestros niños y jóvenes, dedicándose a inyectar odio a las poblaciones menos favorecidas, avivando conflictos para que se opongan al desarrollo.  

Narcotráfico de cocaína. Esta fue la solución en vista del descalabro económico de las dictaduras comunistas (Castro 1980’s, Chávez 2010’s) y hoy es un negocio global que, como se sabe, se origina en Colombia, Bolivia y Perú. Aquí tenemos un narcoterrorismo fortalecido con la minería ilegal, que se ha extendido desde el VRAEM a Madre de Dios y La Libertad, pero parece estar creciendo en el sur del país con infiltración de agentes iraníes que proceden de Bolivia. El tráfico ilícito de drogas está relacionado con la criminalidad organizada, responsable de la inseguridad ciudadana que asola al país.

¿Cómo derrotar a nuestros cuatro jinetes descritos?

Lo primero que tenemos que entender es que no vivimos en el mejor de los mundos. Corregir los problemas va a requerir “cambiarle el microchip” al peruano. Dinamarca y Finlandia son los países menos corruptos en el mundo; si en una intersección hay un signo que indique “PARE”, todos los conductores detienen su vehículo. ¿Exagero? Solo agregaré lo siguiente: Suecia es el país donde los parlamentarios no tienen asesores y se pagan el café de su bolsillo. Ambos ejemplos nunca imitaremos con nuestra presente generación.  

En el Perú, no hay límite para la mediocridad gubernamental. El nuevo y costoso aeropuerto internacional no tiene vías de acceso. El inaugurado puerto de Chancay carece de transporte para los contenedores (además, hace 4 días se cayó el puente del río Chancay de la única y antigua carretera). La producción minera de cobre está estancada por conflictos sociales (Perú produce 2.4 millones de toneladas, Congo 2.98 y Chile 5.54). El Congreso está proyectando un “Centro de entrenamiento” en la playa Santa María.

Recientemente, en el mundo occidental, están apareciendo líderes democráticos que están dando una recia batalla cultural contra el pernicioso globalismo y sus nefastos progresismo y wokismo. Giorgia Meloni, 47, conquistó la presidencia del Consejo de Ministros de Italia en octubre 2022; Javier Milei, 54, es el presidente liberal de Argentina desde diciembre 2023; y Donald Trump, 78, hace un mes asumió la presidencia de los Estados Unidos de América. El éxito y la contundencia del trabajo de estos tres grandes líderes es su gigantesca preparación pre electoral, lo que constituye el mejor ejemplo para la derecha peruana ad portas de las elecciones generales del 2026. Aquí está la clave para iniciar la prolongada pero costosa campaña contra los cuatro jinetes descritos.

Sin embargo, a 15 meses de nuestras elecciones generales ¿cómo es posible que se hayan inscrito 39 candidaturas presidenciales y hay otros 20 o 30 ilusos que todavía esperan ser registrados por el inefable poder electoral? En países de primer mundo, la aparición de demasiados candidatos (digamos, una decena) son depurados mediante debates y no por encuestas. En nuestro país, la situación se presenta inmanejable. Han penalizado alianzas electorales, como para asegurar el caos. Solo nos queda buscar la protección de las actas de votación para respetar la voluntad popular.

La gran pregunta es si los votantes aprendieron algo de lo que eligieron el 2021. Dios quiera que entre los buenos líderes que nos quedan salga un equipo preparado, con un experimentado comunicador social que sepa explicar su Plan de Gobierno al Perú profundo, siempre engañado con mentiras y amenazas. Tenemos que iniciar nuestra propia batalla cultural. Si bien hay muchas carencias que requieren atención lo antes posible, es preciso trabajar a largo plazo. Ello será imprescindible para desterrar la improvisación que origina el desorden institucional, según predicaba el sabio Bartolomé Herrera en la década de 1840. Un siglo después, don Jorge Basadre estudió el Perú, reconoció sus problemas y expresó su sueño por un venturoso porvenir. Debemos ordenar el país.

Un nuevo gobierno democrático y libertario impulsará fuertemente el desarrollo, disminuyendo la pobreza, la informalidad e iniciando las tan esperadas reformas de justicia, salud, educación y regionalización, procesos graduales que requieren tiempo y financiamiento. No podemos tratar de ninguna reforma para mejorar las condiciones sociales, mantener la estabilidad macro económica o desarrollar competitividad si no protegemos nuestra descendencia. En el Perú, por décadas, madres gestantes empobrecidas y desnutridas, dan a luz niños con defectos genéticos y cerebrales irreversibles. La Desnutrición Materno-Fetal es nuestro principal problema de salud y es previsible, pero requiere de un organismo autónomo, una poderosa inversión real (no financiera) y dos generaciones. El nacimiento de ciudadanos sin los nocivos efectos de la DMF romperá el círculo vicioso que nos mantiene estancados y entonces tendremos nuevas generaciones que participarían activamente en el desarrollo del país. Ellos serán los nuevos peruanos que, con la inexistencia de jinetes apocalípticos, crecerán felices con sus caballos de paso.