Acabo de escuchar una conversación sobre la
corrupción en el Perú y decidí escribir mi modesta opinión. Para combatir la
corrupción, la receta es muy dura y costosa, pero si se aplica al enfermo, nos
convertiremos en un país de primer mundo.
1. Despertar
la adormitada e indiferente peruanidad. La complacencia y el
rudimentario civismo de la población la han llevado a distanciarse de la
política y su evidente irresponsabilidad los induce a votar sin conocer al
candidato o sus propuestas. Hemos ignorado la admonición de Giovanni Sartori,
el experto en Ciencia Política que vivió en Florencia entre 1924 y 2017, quien
decía: “El pesimismo es peligroso porque
nos lleva o induce a la rendición; pero el mal lo hace el optimismo o el
tranquilismo que conducen a no hacer nada”. Sin el concurso de la ciudadanía, no hay
receta que valga.
2. Derrotar
al comunismo. Pobreza e ignorancia es el caldo de cultivo del comunismo
internacional. En marzo 2019 comentaba que el comunismo y la corrupción son un
brebaje venenoso y recordaba que los gobiernos corruptos de Fulgencio Batista y
Carlos Andrés Pérez precipitaron la actual debacle de Cuba y Venezuela.
Adicionalmente, basta observar los índices anuales de Percepción de Corrupción
que desde 1995 la alemana Transparencia Internacional reporta en 180 países,
para encontrar la relación entre comunismo y corrupción. Los países de primer
mundo tienen ínfima corrupción, mientras que en los países pobres o gobiernos
comunistas la corrupción es rampante.
3. Conformar
un frente democrático. El Perú, tan favorecido por sus ingentes recursos
naturales, no puede seguir permitiendo el acceso al poder a aventureros e
improvisados o personas con escasa formación académica, profesional o política.
La responsabilidad de los políticos de tendencias democráticas es enorme. La
población debe apoyar a aquellos líderes que anteponen el servicio al país y no
a aquellos que solo buscan satisfacer apetitos personales. La labor de una
prensa responsable e inteligente es fundamental. Me quedo con las palabras de
un magnífico empresario y experimentado político: “La atomización de agrupaciones democráticas es contraproducente; no se
conversa con la corrupción”.
4. Elegir
un gobierno democrático. La lista no se hace menos dura, pero es que no
vivimos en Suiza, Países Bajos o Singapur. Nuestro Frente Democrático debe
hacer un cambio sustancial: Debe prepararse para elaborar un plan de gobierno
que sea dado a conocer antes del próximo proceso electoral. El Perú necesita
varias Reformas: Judicial, Educativa, Salud, Política. Tenemos que solucionar
nuestra alta Informalidad y el incontenible avance de la criminalidad. La
Regionalización ya tiene dos décadas de haber fracasado. La corrupción se burla
de nuestros innumerables Ministerios. Para obtener el honor de ser congresista
no se requiere carro ni chofer y menos de rodearse de tanta burocracia; solo se
debe ser honrado y saber legislar. Sin un gobierno demócrata nunca se podrá
doblegar la corrupción.
5. Fomentar
el crecimiento de la minería nacional. El Perú es un país minero y las
empresas mineras han alcanzado importantes avances tecnológicos. La minería
aporta 13-15% del PBI nacional y, a marzo 2023, 61% del total de nuestras
exportaciones fueron mineras. Sin embargo, conflictos sociales promovidos por
los enemigos del progreso son un freno para el desarrollo en general y para inversiones
en salud, educación, infraestructura e investigación científica, proyectadas
por muchas empresas mineras y que serían una forma segura de detener la
corrupción.
6. Erradicación
del narcotráfico. Doblegado el comunismo y conformada una administración
democrática dedicada a servir a la población dentro del imperio de la ley y la
constitución, no sería tan complicado luchar contra el narcotráfico, dotando a
nuestras fuerzas armadas y policiales de equipamiento avanzado y una definitiva
protección legal para poder cumplir con su deber constitucional. La pobreza, la
corrupción, el comunismo y el narcotráfico son “los cuatro jinetes del
apocalipsis regional” que deben ser aniquilados con las muchas acciones
descritas.
7. La
cultura del civismo y la educación familiar. En tiempos pretéritos, la
educación cívica era parte esencial en el currículo escolar. Soy un convencido
que los cambios generacionales actuales tienen mucho que ver con la ausencia de
aquella asignatura. La educación cívica está dirigida a fortalecer la
convivencia social entre las personas, ayudándoles a ser solidarios y
cooperativos con los demás. Se trata de la enseñanza de las reglas del
ordenamiento. De este modo se adquiere la capacidad de interpretar información
política o desarrollar un análisis crítico de la democracia y del papel de los
ciudadanos. Por otro lado, Ricardo Puerta, sociólogo e investigador hondureño,
sostiene que la corrupción es inherente a la naturaleza humana y que, además de
crear sociedades democráticas, es necesario que se practique conductas
culturales modernas, tales como descartar hábitos retrógrados y no vivir por
encima o debajo de la ley; según Puerta, la cultura del civismo y la educación
tiene que ser transmitida de padres a hijos.
8. Prevenir
la desnutrición materno-fetal. La discusión hasta aquí presentada es muy
importante, pero incompleta. Mientras llevamos a cabo las medidas descritas, es
imprescindible proteger la producción de nuevos ciudadanos. ¿O no es muy cierto
que la mayoría de los actuales actúan como si ya se hubiera institucionalizado
la corrupción? Recuerden la famosa frase presidencial, “a mi francamente no me importa que haya un poquito de contrabando en
Puno”.
Hagamos punto aparte para explicar. Cada día, en
el silencio de lo que no es noticia, nacen niños peruanos con defectos
genéticos y cerebrales irreversibles, producidos por la desnutrición materna.
Como es característico, el problema es de larga data, nadie se preocupó de prevenirlo
y menos creyeron importante medir el cociente intelectual a los 8 y 16 años de
edad. ¿Alguien ha pensado cuándo se origina el poder económico, ausencia de
corrupción y la felicidad ciudadana de los países de primer mundo? ¿Sus
instituciones vienen por generación espontánea o son los ciudadanos los que las
gestan con dedicación y orgullo? La
respuesta se origina en el nacimiento del ser humano, específicamente en el
momento de la procreación. Siempre y cuando la madre gestante sea nutrida y
cuidada con esmero. Un blog anterior trata el tema con más detalle.