29 de julio 1888: En plena campaña para
recaudar fondos para el rescate de las provincias cautivas de Tacna y Arica,
nuestro poeta Manuel Gonzáles Prada hizo recitar en el Teatro Politeama de Lima
su famoso Discurso que terminaba con una estrofa lapidaria: “¡Que vengan árboles nuevos a dar flores
nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”
Por esos aciagos días, el poeta exhortaba
que “Cuando tengamos pueblo sin espíritu
de servidumbre y militares y políticos a la altura del siglo, recuperaremos
Arica y Tacna, y entonces y sólo entonces marcharemos sobre Iquique y Tarapacá”
.Solo el heroísmo de los tacneños nos permitió alzarnos sobre los
escombros. El traidor ejército boliviano abandonó a Bolognesi en el Morro y,
habiendo perdido Antofagasta en el Pacífico, huyó a La Paz.
El Perú pre-incaico, que se formó
alrededor del siglo XII, llegó a tener 2.5 millones de kilómetros cuadrados con
Huayna Cápac en 1533. Esta gran superficie se contrajo 50% durante la Colonia
y, al final del siglo XIX, perdimos 100,000 Km2 con la Guerra del Pacífico,
mientras Bolivia perdió 250,000 Km2. El Perú moderno quedó reducido a 1.3
millones Km2. Ahora un sátrapa boliviano pretende separarnos de nuestro heroico
Sur para obtener su salida al mar.
Durante la década del 80 y principios del
90 el país sufrió el Terrorismo de Sendero Luminoso, derrotado por nuestras
valerosas fuerzas armadas y policiales. Posteriormente, el Partido Comunista
del Perú engendró cientos de traidores que se dedicaron a vivir de las ubres
del Estado mientras infiltraban la educación y la justicia para conquistar el
poder por la vía de las urnas. El error de Fujimori de someterse a la dictadura
y a la corrupción dio paso a dos gobiernos nefastos, uno transitorio y el otro
democrático, que permitieron la aparición de una ideologizada Comisión de la
Verdad, que resultó en la liberación y reparación civil de cientos de
terroristas y la absurda acusación legal de violencia por parte de las FFAA y
Policiales.
Con el advenimiento del siglo XXI, la
indiferencia e ingenuidad ciudadanas y el insensato divisionismo de los
políticos “democráticos” tuvieron que enfrentarse al comunismo internacional, que trataba de conquistar
Latinoamérica para compensar su fracaso en Europa y Asia. En el Perú, sus
riquezas naturales son estrategias geopolíticas que el comunismo busca
denodadamente capturar. Así
llegamos al increíble “triunfo electoral” del golpista Castillo, motivando el
10 de junio 2021 mi blog “El Perú está en guerra contra el comunismo
internacional”, alertando que no me parecía que estábamos ganando la batalla.
Como a fines del siglo XIX, nos encontrábamos aletargados y divididos.
El 8 de junio 2022, escribo “Guerra al
comunismo: Aclarando estrategias”. Después de casi un año de un desastroso y
corrupto gobierno, muchos opositores aún sostenían enfrentar al enemigo “dentro de la ley, la Constitución, la
democracia y el Estado de Derecho”. Sin embargo, ya aparecían voces
alertando que la lucha era contra un enemigo diferente. ¡Los peruanos estábamos en guerra contra el
castro-chavismo! La traición a la Patria era evidente. La banda delincuencial
que nos gobernaba tenía al más miserable espía cubano, mantenido con nuestros
impuestos, en una cómoda y bien equipada mansión diplomática. El Congreso de la
República tendría que haber convocado a las FFAA y Policiales para asumir su
deber constitucional como fuerza titular del Estado. Sin embargo, los constitucionalistas
no atinaron a promover la necesaria protección legal a nuestros valientes
militares, que no pueden olvidar la infame justicia caviar. Los defensores de
la Patria también tienen una familia que proteger y velar por su prosperidad.
En medio
del desconcierto, apareció la doctora Patricia Benavides como la nueva Fiscal
de la Nación. Su valiente y experto trabajo arrinconó al corrupto Castillo y
determinó su caída el 7 de diciembre 2022. Para entonces, la descarada campaña
de los “Consejos de Ministros Descentralizados” -costosísimos viajes a todos
los rincones del país convenientemente publicitados por la prensa estatal- había
fomentado el resentimiento social, predicando la subversión y engañando a
poblaciones criminalmente empobrecidas y sin otra esperanza que las falsas promesas
del mitómano.
Hoy, al
escribir estas líneas, la guerra
ideológica se está convirtiendo en una guerra convencional, pero aún sin
campos de batalla definidos. Tardíamente se está demostrando que el enemigo no
era un partido político ignorante y corrupto sino el castro-chavismo financiado por el comunismo internacional. Encarcelado
el golpista, las protestas minuciosamente organizadas aparecieron en distintas
regiones del sur, incendiando instituciones del Estado, bloqueando carreteras y
tomando aeropuertos. La intervención de las fuerzas del orden no se hizo
esperar y entonces la turba empezó a herir policías con piedras, bombas Molotov
y agresivo armamento artesanal. Pronto se hizo necesaria la intervención
conjunta de nuestros Organismos Tutelares, las fuerzas armadas y policiales, la
declaración de toques de queda y las muertes comenzaron a producirse. Esto es
lo que típicamente buscaban los comunistas para exigir las renuncias de la
presidente, el cierre del Congreso y la convocación a una asamblea
constituyente. Luego de una conveniente tregua por las Fiestas Navideñas y Año
Nuevo, la violencia recrudeció y se hizo definitivamente terrorista. Un heroico
policía fue cruelmente ajusticiado y más peruanos perdieron la vida. Las
autopsias demostraban lesiones de balas dum-dum que no emplean las fuerzas del
orden. De Bolivia ingresaron 126000 de dichas municiones al sur peruano. Las
investigaciones avanzan y hoy se trasladaron a Lima los primeros delincuentes
capturados.
En medio de
la tragedia, el Tribunal Constitucional publicó una increíble sentencia
cautelando el derecho constitucional de incurables terroristas para formar
partidos políticos, ocupar la presidencia y escaños legislativos y trabajar en
el Estado. Estos tribunos pretenden permitir que el país se convierta en un
infierno peor que el dantesco. Ni hablar de la “defensora” del pueblo. En
realidad solo nos quedan las FFAA y Policiales, el Ministerio Público, la
prensa libre y unos 65 congresistas. La población demócrata no tiene armas, pero
sí incontables luchadores, muchos marchando contra la violencia y proclamando
el reinado de la paz.
Párrafo
aparte merece la torpeza del premier Alberto Otárola y la presidente Dina
Boluarte de deshacerse del Coronel EP (r) Juan Carlos Liendo O’Connor como Jefe
de la DINI, precisamente ahora que la Inteligencia es tan urgentemente
necesaria en el Perú. Liendo es un académico de la geopolítica latinoamericana
y conocedor de la estrategia comunista internacional. Este grave desliz, sumado al criminal envío de
policías desarmados a enfrentar turbas de terroristas mercenarios premunidos de
pertrechos militares, alimenta la necesidad de dar paso a combatientes
profesionales con probada experiencia de combate contra los actuales
disfrazados senderistas. Nuestras fuerzas del orden deben actuar dentro de un
toque de queda de 24 horas por un tiempo prudente y con plena autorización para
utilizar constitucionalmente sus armas para recuperar el ordenamiento legal. Apoyemos
al Ministerio Público a identificar y encarcelar a los sediciosos y sus
cómplices, aunque algunos ocupen altos cargos políticos. Es reconfortante
observar la potente reacción ciudadana de las regiones afectadas, vistiendo
polos blancos, reclamando la paz y el trabajo y agradeciendo masivamente a los
heroicos destacamentos policiales.
Las
caravanas de violentistas sobre Lima deben ser interceptadas en plena carretera
con vehículos blindados para revisar y confiscar armamento y ciertamente, con
la presencia de fiscales, apresar sumariamente a los mercenarios comunistas.
Una importante
acción conjunta entre el actual Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial, es
la remoción de los actuales magistrados del Poder Electoral. Recuerden que
estamos en guerra. La preservación de nuestro territorio y la recuperación de
nuestra Democracia no pueden aceptar un nuevo proceso electoral sin autoridades
que nos aseguren honorabilidad y confiabilidad.
En último
lugar, pero no por ello menos importante, el país entero debe condenar con
energía la atomización de candidaturas presidenciales democráticas. Las
agrupaciones políticas no pueden reclamar maduración cívica de los votantes sin
que ellos abandonen insensatos apetitos de poder, especialmente si han sido
pobremente preparados para asumir la inmensa responsabilidad de gobernar. Esto
se puede corregir con el empleo eficaz de tempranos y frecuentes debates
electorales pulcramente organizados, dejando de lado a las encuestas que
estupidizan a la población.
Esta guerra
no la podemos perder. Sólo así podríamos proclamar frente a Palacio: ¡Los jóvenes a la obra, pero los viejos a
impregnarles su coraje y sus ganas de vivir!