Crecí
y he vivido jugando y amando el fútbol. Su práctica me enseñó a trabajar en
equipo, con compañeros de todos los colores, y a ser competitivo para buscar la
victoria en la cancha. También aprendí a aceptar la derrota, siempre y cuando
hubiésemos dejado en el intento nuestra última gota de sudor.
Ayer
perdió Perú ante Australia por la tanda de penales. Nuestros buenos periodistas
deportivos han propalado sus acertados comentarios. Como aficionado siento que
debemos agradecer a todos los componentes de la selección por su esfuerzo y
patriotismo. Sus victorias en la fase clasificatoria han dado muchas alegrías a
la población. El nivel que alcanzaron se ha convertido en un gran ejemplo a
seguir, no solo en el deporte sino especialmente en la lucha ciudadana para
recuperar la libertad y democracia, hoy amenazados por una ideologizada y
corrupta banda de malos peruanos que fraudulentamente llegó al poder; estos
indeseables, que un año antes habían grotescamente amenazado a algunos de
nuestros seleccionados que declararon sus convicciones democráticas, ahora
pretendían hacer usufructo de nuestro éxito deportivo para mantener al pueblo engañado
y continuar su destrucción.
En
esta guerra en que nos encontramos, la Selección nos ha mostrado el ejemplo a
seguir: Habiendo sido convocados por ser los mejores, se prepararon para llevar
la sagrada bicolor con dignidad y responsabilidad y nunca se dieron por
vencidos, a pesar que la victoria les fue esquiva al principio de la gran
contienda. Con disciplina, coraje y sapiencia nos mostraron victorias
importantes y han dejado al fútbol peruano entre los mejores del mundo. Ahora
falta que las nuevas autoridades se dediquen a modelar la juventud para
adquirir la fuerza y capacidad deportiva de un país rico en habilidad y técnica
futbolística. Nadie duda que el camino será difícil. Nos espera mucho trabajo y
dedicación para triunfar en un presente competitivo pero lleno de
oportunidades.
Y
volviendo a nuestra amarga realidad, bien haría el pueblo peruano en seguir el
ejemplo de nuestros seleccionados. El liderazgo político, cívico y
constitucional debe continuar esta lucha sin desmayo, con inteligencia pero con
mucha entereza. Solo así alcanzaremos la victoria y nuestra gratitud. Y
entonces nos embarcaremos en limpiar al país de los corruptos y vividores de
mala entraña que pretende mantenernos en la mediocridad. Si la clase política
no está a la altura de nuestra Selección, no podremos clasificar al primer
mundo que nos espera.