El
resultado de las elecciones de ayer en la hermana república de Colombia, que
nunca antes había elegido a un gobierno de izquierda, ha sido una dura noticia
y lección para los demócratas latinoamericanos. La autopsia política de “una muerte anunciada” apareció
publicada hoy por Vanessa Vallejo, economista y periodista colombiana exiliada
en los Estados Unidos, cuya lectura se accede en internet. El American, de
Washington D.C., detalla cómo Gustavo Petro, ex-guerrillero de las FARC, se
benefició del descontento popular por los políticos tradicionales y del
incondicional apoyo de los herederos de Pablo Escobar y el narcotráfico, para
convertirse en presidente de la nación. La periodista concluye que “el futuro parece oscuro, pero el carácter
de los colombianos siempre les ha permitido salvar al país. Es hora de hacer
una reflexión sobre este suicidio colectivo y prepararnos para renacer de las
cenizas”.
El
origen de este blog de hoy fue una excelente presentación de Alfonso Baella el
viernes pasado, en la que incluyó tres reportes:
1. Archivo Político de setiembre 2020: Estupenda Conferencia de Vanessa Vallejo sobre el Estado y la
Familia, en el marco de la I Conferencia Digital Iberoamericana.
2. Noviembre 2021:
Entrevista televisiva de la periodista argentina Viviana Canosa al inteligente diputado
Javier Milei, ahora candidato a las elecciones presidenciales del 2023 y quién,
el mes pasado, presentó su libro “El Camino del Libertario” en la famosa Feria
Internacional del Libro de Buenos Aires.
3. Conversación virtual con el ex Fiscal Supremo Tomás Gálvez,
quién detalló con docencia y minuciosidad la pesadilla del defensor de la
justicia que tuvo la valentía de enfrentarse a la mafia corrupta enquistada
desde hace años en los Poderes del Estado.
En
días pasados, veía con preocupación los efectos malsanos de la inteligencia
castro-chavista que “jugaba en pared” con un poder judicial infestado de
comunistas, apoyado por la prensa canalla de siempre, para hacer uso de malos
policías y proteger la fuga de sucesivos delincuentes, amigos del muñecón que
mantienen en palacio. Por otro lado, notaba el traicionero e irresponsable comportamiento
de congresistas que ignoraron la evidente corrupción del poder electoral, para
permitirle mantenerse en sus puestos con el fin de repetir el plato el próximo
octubre.
Pensaba
una vez más en la pasividad y silencio de muchos empresarios que ahora más que nunca
pueden y deberían apoyar la resistencia de los grupos democráticos, cuyos líderes
urgentemente requieren financiamiento y organización. Casi nos vamos quedando
con la protesta ciudadana, hoy expresada como “la calle”. Cada vez más oímos voces
que las marchas no deben ser en automóviles, sino con camiones contratados para
traer y llevar al pueblo. Si no hacemos algo para lograrlo, el enemigo
continuará utilizando nuestros impuestos para seguir con sus grotescos concejos
descentralizados, cobardemente protegidos por multitud de fuerzas policiales,
mientras las calles del país observan mansamente los desplazamientos alrededor
de coliseos cerrados casi vacíos y que la prensa comprada se empeña en ocultar,
engañando a la población.
Fue
entonces que el programa de Baella me hizo pensar en los oradores para las
marchas que tenemos. No dudo ni por un momento en el patriotismo y fervor de
tantos buenos peruanos que tenemos. Sin embargo, es indudable que hay que
determinar el escenario. Si nos falta un Belaúnde o un García, traigámoslos de
fuera por un par de días para dar conferencias a la prensa democrática y
asistir dos o tres de ellos a una gran marcha con escenarios bien montados y
parlantes especiales. El costo será igual al alquiler de los camiones. Disculpen
señores empresarios por sonarles el despertador.
Es
la hora en que dos pueblos hermanos deberán rescatar a sus mayorías nacionales
del yugo comunista. Pienso que la fuerza y experiencia de Colombia para liberar
a su país del terror serán de gran ejemplo para la ciudadanía del Perú. ¿O, tal
vez, el ejemplo será recíproco? Latinoamérica tiene sus ojos puestos en
nosotros.