17
FEBRERO 2025
Jorge
E. Uceda
En la isla griega de Patmos San
Juan Evangelista vio a Dios y escribió el Apocalipsis o Revelación, el último
libro del Nuevo Testamento que, según los estudiosos, es una obra
fundamentalmente profética. Así, en la primera parte del capítulo sexto
aparecen los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, guerra, hambre, peste y muerte
que, como sabemos, han asolado a la humanidad incluso desde antes del siglo I
de nuestra era.
En el Perú de hoy tenemos
también cuatro jinetes: Corrupción, Pobreza, Comunismo y Narcotráfico. Sin
ánimo de extenderme en el manoseado diagnóstico de nuestros problemas, me
limito a unas pocas precisiones:
Corrupción. Transparencia
Internacional, fundada en Alemania en 1993, publica, a fines de enero, su Índice
anual de Percepción de Corrupción entre 180 países. Los puntajes varían de 0 a 100
según la corrupción sea elevada o no existente. El IPC para 2024 recién
apareció hace seis días. Dos tercios de los países obtuvieron una puntuación
menor a 50 y el promedio global fue de 47 puntos. En 2022, 2023 y 2024 el Perú
recibió, respectivamente, 36, 33 y 31 puntos, ocupando los puestos 101, 121 y
128. Vamos cuesta abajo, pero ello no parece ser noticia. ¿Quiénes son los corruptos
en el Perú? Los hay de todos los colores, ricos y pobres, educados y sin
educación, religiosos y ateos, civiles y militares, viejos y jóvenes. Esta es
nuestra gran enfermedad. Sin embargo, la mayoría de peruanos no son corruptos,
son muy pasivos, a veces egoístas o insensibles, carecen de valores cívicos o
andan ocupados tratando de mejorar su precaria existencia. Empero, al
desinteresarse de lo groseramente evidente, perpetúan el problema.
Pobreza.
Tenemos
10 millones de pobres. La corrupción es una de las causas más importantes, pero
los malos gobiernos de izquierda que hemos tenido son, sin ninguna duda, la
razón principal. El año 2004 teníamos 60% de pobreza, bajó a 20% el 2016 y ha
vuelto a 30% desde el 2021. El primer gobierno de Fujimori y la exportación
minera y agraria disminuyeron la pobreza, pero el Covid-19 y los gobiernos de
izquierda la volvieron a subir, a pesar de que el Perú es un país bendecido por
ingentes recursos naturales.
Comunismo.
La
corrupción y la pobreza son el caldo de cultivo, el brebaje venenoso, que
utiliza el comunismo para conquistar el poder. Los comunistas de antes ahora se
llaman “caviares”, porque les gusta vivir de las ubres del Estado, son expertos
en engañar a la población y hasta tienen apoyo financiero foráneo. Los
caviares, como la peste, han infestado a todos los poderes del Estado y a una
prensa convertida en el “más vil de los oficios”, según predijo el insigne Luis
Miró Quesada en 1939. Por décadas, la casta caviar ha venido contaminando la
educación de nuestros niños y jóvenes, dedicándose a inyectar odio a las
poblaciones menos favorecidas, avivando conflictos para que se opongan al
desarrollo.
Narcotráfico
de cocaína. Esta fue la solución en vista del descalabro
económico de las dictaduras comunistas (Castro 1980’s, Chávez 2010’s) y hoy es
un negocio global que, como se sabe, se origina en Colombia, Bolivia y Perú.
Aquí tenemos un narcoterrorismo fortalecido con la minería ilegal, que se ha
extendido desde el VRAEM a Madre de Dios y La Libertad, pero parece estar
creciendo en el sur del país con infiltración de agentes iraníes que proceden
de Bolivia. El tráfico ilícito de drogas está relacionado con la criminalidad
organizada, responsable de la inseguridad ciudadana que asola al país.
¿Cómo derrotar a nuestros
cuatro jinetes descritos?
Lo primero que tenemos que
entender es que no vivimos en el mejor de los mundos. Corregir los problemas va
a requerir “cambiarle el microchip” al peruano. Dinamarca y Finlandia
son los países menos corruptos en el mundo; si en una intersección hay un signo
que indique “PARE”, todos los conductores detienen su vehículo. ¿Exagero? Solo
agregaré lo siguiente: Suecia es el país donde los parlamentarios no tienen
asesores y se pagan el café de su bolsillo. Ambos ejemplos nunca imitaremos con
nuestra presente generación.
En el Perú, no hay límite para
la mediocridad gubernamental. El nuevo y costoso aeropuerto internacional no
tiene vías de acceso. El inaugurado puerto de Chancay carece de transporte para
los contenedores (además, hace 4 días se cayó el puente del río Chancay de la única y antigua carretera). La producción minera de cobre
está estancada por conflictos sociales (Perú produce 2.4 millones de toneladas,
Congo 2.98 y Chile 5.54). El Congreso está proyectando un “Centro de
entrenamiento” en la playa Santa María.
Recientemente, en el mundo occidental,
están apareciendo líderes democráticos que están dando una recia batalla
cultural contra el pernicioso globalismo y sus nefastos progresismo y
wokismo. Giorgia Meloni, 47, conquistó la presidencia del Consejo de
Ministros de Italia en octubre 2022; Javier Milei, 54, es el presidente liberal
de Argentina desde diciembre 2023; y Donald Trump, 78, hace un mes asumió la presidencia
de los Estados Unidos de América. El éxito y la contundencia del trabajo de
estos tres grandes líderes es su gigantesca preparación pre electoral,
lo que constituye el mejor ejemplo para la derecha peruana ad portas de las
elecciones generales del 2026. Aquí está la clave para iniciar la prolongada pero
costosa campaña contra los cuatro jinetes descritos.
Sin embargo, a 15 meses de
nuestras elecciones generales ¿cómo es posible que se hayan inscrito 39 candidaturas
presidenciales y hay otros 20 o 30 ilusos que todavía esperan ser registrados por
el inefable poder electoral? En países de primer mundo, la aparición de
demasiados candidatos (digamos, una decena) son depurados mediante debates
y no por encuestas. En nuestro país, la situación se presenta inmanejable. Han
penalizado alianzas electorales, como para asegurar el caos. Solo nos queda
buscar la protección de las actas de votación para respetar la voluntad
popular.
La gran pregunta es si los
votantes aprendieron algo de lo que eligieron el 2021. Dios quiera que entre
los buenos líderes que nos quedan salga un equipo preparado, con un
experimentado comunicador social que sepa explicar su Plan de Gobierno al Perú
profundo, siempre engañado con mentiras y amenazas. Tenemos que iniciar nuestra
propia batalla cultural. Si bien hay muchas carencias que requieren atención lo
antes posible, es preciso trabajar a largo plazo. Ello será imprescindible para
desterrar la improvisación que origina el desorden institucional, según predicaba
el sabio Bartolomé Herrera en la década de 1840. Un siglo después, don Jorge
Basadre estudió el Perú, reconoció sus problemas y expresó su sueño por un
venturoso porvenir. Debemos ordenar el país.
Un nuevo gobierno democrático
y libertario impulsará fuertemente el desarrollo, disminuyendo la pobreza, la
informalidad e iniciando las tan esperadas reformas de justicia, salud,
educación y regionalización, procesos graduales que requieren tiempo y
financiamiento. No podemos tratar de ninguna reforma para mejorar las
condiciones sociales, mantener la estabilidad macro económica o desarrollar
competitividad si no protegemos nuestra descendencia. En el Perú, por décadas,
madres gestantes empobrecidas y desnutridas, dan a luz niños con defectos
genéticos y cerebrales irreversibles. La Desnutrición Materno-Fetal es nuestro
principal problema de salud y es previsible, pero requiere de un organismo
autónomo, una poderosa inversión real (no financiera) y dos generaciones. El
nacimiento de ciudadanos sin los nocivos efectos de la DMF romperá el círculo
vicioso que nos mantiene estancados y entonces tendremos nuevas generaciones
que participarían activamente en el desarrollo del país. Ellos serán los nuevos
peruanos que, con la inexistencia de jinetes apocalípticos, crecerán felices
con sus caballos de paso.