En los últimos 30
años, el Perú pasó de la quiebra institucional y productiva a una recuperación
socio-económica que dio que hablar en Latinoamérica. Desafortunadamente, los
vicios del poder no permitieron a los peruanos alcanzar las ansiadas reformas
legislativas, educacionales, sanitarias y laborales que los hubiera llevado al
desarrollo.
Los partidos
políticos fueron sometidos a dos “bombas atómicas”, la dictadura de Velasco de
1968-1975 y la autocracia de Fujimori de 1990-2000. El resultado fue la
descomposición y la lenta re-estructuración de los partidos políticos peruanos.
Una mirada fría y desapasionada a fines de 2020 no reconoce ningún partido
político en este país, tan solo 24 agrupaciones inscritas para el proceso
electoral de abril 2021.
Una nación sin
partidos políticos es característico de retrógradas dictaduras comunistas o de
debilitadas democracias enfermas por una rampante corrupción; no cabe duda que somos ejemplo de lo segundo
y nuestra desgracia sería convertirnos en lo primero.
Los peruanos que emplean
casi todo su tiempo dedicados a Facebook, Instagram, Tik Tok o a “la caja boba”,
solo confían en las protervas encuestas para “informarles” por quien deben votar
en esa no tan lejana primera semana de abril. Esta inmadurez cívica es bien
conocida por la prensa vendida y los dueños de las encuestas, lo cual les
permite lucrar con la manipulación de una sociedad que discurre por las nubes
del conformismo y la indiferencia. Es de esperar que la historia –y acaso, la
justicia- algún día señalarán a los traidores de sus obnubilados ciudadanos.
Pero hay otro tipo de
traidores, como aquellos que –usufructuando del poder- se encontraron con una
pandemia viral y la usaron para engañar a las mayorías con la complicidad de
una minoría obsecuente. El gobierno genocida de Vizcarra causó 80000 muertes en
este país y lo menos que pudo hacer el timorato Congreso fue vacarlo. Y así
pasamos del Covid-19 a la Peste de Albert Camus, el genial existencialista francés
que idealizó los efectos que una plaga podía tener sobre una determinada
población. Esos efectos los estamos viviendo en nuestro terruño con una peste
de color morado.
En el Perú, a partir del 18 de noviembre, nos encontramos
gobernados por “un amateur con ínfulas
pedantes aunque con verbo y atuendo de trovador”, según la inteligente y
exacta descripción de Luis García Miró. Ya se ha descrito cómo esta anomalía
tuvo lugar en nuestra debilitada y corrupta democracia así como la infiltración
de comunistas, especialmente en los poderes Ejecutivo y Judicial.
Este gobierno no tiene nada que hacer soñando con reformar las FFAA y la
PNP del Perú. No tiene el tiempo ni el derecho para acometer tamaño
despropósito. Además, está groseramente incumpliendo velar por unas
transparentes elecciones en abril 2021, al promover su progresía morada y
permitir la difusión de corruptas encuestas. No apreciamos ninguna intención de
organizar esclarecedores debates, toda vez que la población parece dormitar ante la preocupante situación
socio-política, algo que ahora es evidente hasta en este gabinete de transición.
El manejo de la pandemia sigue tan errado como antes. La ministra de
salud debe renunciar por su probada incapacidad de gestión. Los sanitaristas
están mal provistos y permanecen impagos. El primer nivel de atención carece de
insumos. No hay pruebas moleculares. Las estadísticas no son confiables. Urge
una recomposición científica del comando Covid. No sabemos la situación actual
en los centros de salud. Las recientes medidas para las fiestas son absurdas,
provenientes de sujetos que llegaron al poder fomentando la grita callejera y
que ahora ha logrado gestar 198 conflictos sociales.
Mientras la población sigue amenazada por una pandemia que ya parece
haber registrado 2600 nuevos contagios hace unos días -muchos causados por los
marchantes- la intensa actividad en los mercados reflejan un descuido general
por falta de liderazgo. El revuelo originado por las vacunas prometidas “pero frustradas por la vacancia” no
debe dejar la salud en manos de los incompetentes de hoy, perdidos en un mundo
fantasioso, mientras sus amigos comunistas siguen minando una democracia herida
y confusa.
La situación económica soporta ahora los embates a la agro-exportación y
la minería, que junto con la pesquería eran nuestras más importantes fuentes de
divisas. La pobreza y la informalidad se han incrementado y varios importantes
proyectos se encuentran paralizados.
¿Cómo enfrentar esta Peste que hemos descrito?
1. Los 105 congresistas que vacaron a Vizcarra
deberían reaccionar y recuperar la mesa directiva. Ya no tienen tiempo para
posturas populistas o mediáticas. Fue un error nefasto reaccionar ante las
protestas revoltosas, derogando la Ley de Promoción Agraria. Ahora se enfrentan
a una pretendida propuesta para cambiar la Constitución, lo cual no puede
pasar. Hay que asumir un rol fiscalizador a un ejecutivo ideologizado e
ineficiente. Es necesario que surja un liderazgo capaz y valeroso para culminar
con cierto decoro el errático y pobre desempeño del Congreso de la República.
2. Los candidatos presidenciales más idóneos y
preparados para gobernar por su conocimiento y experiencia, deben aparecer a
nivel nacional y presentar sus programas en forma detallada y didáctica. Los
debates electorales serán bienvenidos y permitirán que la población los conozca
y puedan hacerles llegar sus diferentes inquietudes. La presentación de sus
equipos de trabajo será invalorable para el elector. Las propuestas deben ser
refrendadas por estudios previos y no por sueños de opio, lo cual será fácil de
diferenciar. El peruano no es tonto.
3. No hay que dejar de pensar en los Organismos
Tutelares del Estado, especialmente las FFAA, la PNP y el Defensor del Pueblo.
El Tribunal Constitucional puede estar adquiriendo una mayoría democrática,
pero el Ministerio Público y la Junta Nacional de Justicia padecen de un sesgo
ideológico. Los Organismos Tutelares son nuestra última línea de defensa para evitar
convertirnos en una retrógrada dictadura comunista.
4. Desde luego sería muy beneficioso que la población
despertara. Ese sería nuestro Canto General desde las Alturas de Machu Picchu.