El Perú es un país acostumbrado a reaccionar cuando las desgracias ocurren
ya que sus gobernantes son incapaces de prevenirlas. Aparecen entonces la
prensa, los “politólogos”, los vecinos y por supuesto las autoridades de
diferente pelaje para “poner el grito en el cielo y rasgarse las vestiduras”
ante lo que pudo prevenirse: las cortas vidas de los inocentes y las lágrimas
de sus familiares.
Ahora, el país comprará incubadoras y tantos otros insumos, el tiempo
pasará y la mediocridad organizativa seguirá igual cuando el cielo se despeje,
hasta que aparezca una nueva tormenta.
Fue mera casualidad que “un diario de circulación nacional” publicara hoy
una entrevista a un prominente economista nacional con el título de “Es sumamente difícil lograr cambios
sustanciales”. Ante la pregunta: “Otro fetiche muy común entre políticos y
académicos peruanos es el de las reformas…”,
la decepcionante respuesta fue “eso de hablar de grandes reformas es regresar a
un discurso político”; y luego agregó “Para mí mejorar la eficiencia del motor económico del país es un problema del gobierno
en mil cosas chicas”.
Y es que hablar de reformas en un país atrasado (léase en vías de
desarrollo, si el amable lector desea) no es un fetiche. El fetichismo es un
concepto marxista que parte del desencanto de la burguesía del siglo XVII. El
presente que vivimos los peruanos no solo depende de la economía, sino de la
lucha contra la corrupción y la formulación de reformas puntuales que deben
tener dos características:
1. Deben
ser comunicadas a la población en términos absolutamente transparentes.
2. Requieren
de cambios profundos que tomará una o dos generaciones para lograrse. Algunos
cambios pueden ser rápidos (acreditación de nuestras 51 escuelas médicas) y otros progresivos (agua y saneamiento a todo el país), para hablar de una
reforma de la Salud.
Desafortunadamente, la prensa, los “politólogos”, los vecinos y las autoridades de diferente pelaje no han mostrado ningún interés en
planteamientos reformistas de los peruanos que vivimos muchos años en el
exterior y regresamos para poner el hombro y colaborar juntos en revertir
nuestro subdesarrollo.
Por ahora, solo puedo expresar mis sentidas condolencias a las familias tan
injustamente afectadas.