Pobreza e ignorancia son el
caldo de cultivo del comunismo internacional, el cual necesariamente se sustenta
en mercenarios que denigran el uniforme militar de un país, avasallando los poderes judicial y legislativo para
usufructuar un capital que es del pueblo. Los únicos ricos y omnipotentes son
la camarilla que se perenniza en el poder.
No intentamos explicar el
origen del fenómeno en los diferentes territorios del planeta pues nos perderíamos
hurgando en la historia de la geopolítica mundial y saldríamos por las ramas
del frondoso árbol latinoamericano, donde queremos mantenernos los que anhelamos
su despegue hacia el verdadero progreso.
Retrocedamos, pues, a la década
de 1950, la época que siguió a la segunda guerra mundial, cuando los Estados
Unidos y Rusia se disputaban la hegemonía ideológica, siendo Latino América un
mero observador de la llamada “guerra fría”. El comunismo en el Perú era un
grupúsculo de seguidores pro-soviéticos que no tenían cabida en un país
dominado por dictaduras militares o estados de ultra derecha. La vigencia del
partido comunista mexicano cedió ante el desarrollo de la revolución mexicana y
el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó al país por siete
décadas (1930-2000). Ni con la aparición de un Pablo Neruda pudo el comunismo chileno significar
una fuerza política estable.
CUBA
¡Tuvieron que coexistir Batista
en Cuba y la irresponsable política exterior de los Estados Unidos hacia La Perla
del Caribe para facilitar la expansión del comunismo en Latino América!
Es importante recordar que en
la década de los años cincuenta Cuba era un país relativamente próspero con
seis millones de habitantes. Su producto interno bruto per cápita era el tercero
de la región, solo superado por Venezuela y Uruguay. La economía dependía de
una masiva elaboración de caña de azúcar que exportaba casi toda a Estados
Unidos. También producía cacao y tabaco. 76% de la población sabía leer y
escribir, cuarto índice de alfabetización en América Latina. En 1957 ocupaba el
primer lugar de la región con la menor mortalidad infantil y un mayor número de
médicos y camas hospitalarias por habitante. ¿Cómo el comunismo podría surgir
en una nación como la descrita?
Fulgencio Batista nació pobre
en 1901 y se convirtió en militar veinte años después. Como es frecuente en
América Latina, buscó en la política un destino mejor y lo consiguió con un golpe
de estado en 1934, cuando siendo un oscuro sargento, pasó a comandar las
fuerzas armadas con el grado de coronel. En 1940 fue elegido presidente por un
período de cuatro años, al cabo de los cuales alternó viviendas en el famoso
Waldorf Astoria de Manhattan y en una casa en Daytona Beach, Florida. En 1952
vuelve a Cuba y lleva a cabo otro golpe militar, cerrando el Congreso y
suspendiendo las garantías constitucionales; además, incrementó sueldos a los
militares, suprimió el derecho de huelga y restableció la pena de muerte. Fue
muy cuidadoso en respetar los negocios norteamericanos, hizo alianzas con los
ricos terratenientes azucareros y llevó la corrupción a niveles nunca vistos.
Como resultado de esta insensata dictadura, se produjo un marcado divorcio
entre el campo y la ciudad. En la vida rural se duplicó la mortalidad infantil
y 60% de los casi tres millones de
campesinos carecían de agua, servicios sanitarios o electricidad.
Mientras tanto, 300 kilómetros
al norte, el gobierno norteamericano tenía que estar al tanto de la corrupción
de Batista y sus secuaces, pero parece que solo le importaba la protección de
sus intereses económicos en la isla, incluyendo la profusión de lujosos
hoteles, casinos, discotecas, restaurantes y establecimientos para los ricos,
actores y actrices famosos y, especialmente, a personajes del hampa mundial.
La desigualdad social dio
motivo a que sectores de la clase media se sensibilizaran con la situación del
campo y se lanzaran no solo a buscar un cambio político sino a querer
democratizar el país, según sostiene el historiador y maestro universitario
Sergio Guerra Vilaboy. La pequeña Cuba tenía una sola lengua, estaba
interconectada y tenía modernos sistemas de comunicación para la época, tales
como la radio y una creciente televisión. Es así que el 26 de Julio de 1953 un
joven abogado asaltó el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, en el extremo
oriente de la isla. 130 hombres y mujeres comandados por Fidel Castro no
tuvieron éxito ese día. Casi la mitad fueron apresados, sufrieron horribles
torturas y luego el sanguinario dictador los mandó matar. La resistencia fue en
aumento y la geografía de la Sierra Maestra refugió a los revolucionarios.
Mientras tanto, ¿qué hizo el gobierno de Harry Truman? Pues enviaba armamentos
a Batista. Por un lado, es sabido que desde fines de la década del cuarenta
había una campaña anticomunista en los Estados Unidos. Ciertamente es claro que
los problemas internacionales eran múltiples y algunos espinosos. Empero, ¿cómo
ignorar la pobreza e ignorancia campesina de un pueblo tan cercano, causados
por un tirano que endiosaba al inversionista extranjero y a mafiosos que
alegremente saqueaban el país? Al asumir Eisenhower en 1953, las armas
continuaron llegando a Cuba, pero ahí todavía no había comunismo, tan solo un
pueblo rural al borde de la desesperación.
La historia es harto conocida.
Batista fue derrocado pero el sátrapa logró huir a Santo Domingo con una
cuantiosa fortuna, estableciéndose más tarde en la España de Franco, hasta
morir de un infarto en 1973. Fidel Castro y su gente celebraron la recuperación
de su libertad el 1º de Enero de 1959, pero pronto abrazaron el comunismo y,
entonces, el pueblo perdió nuevamente esa libertad.
El neo-sátrapa pronto
desarrolló un modelo de control de seres humanos que recuerda a la Inquisición
de épocas medievales. En 2014, Juan Reinaldo Sánchez publicó “La Vida Oculta de
Fidel Castro”, cuya lectura describe la enfermiza conducta de un millonario autócrata
que manejó Cuba a su total antojo por casi seis décadas. Sánchez fue
guardaespaldas personal de Fidel durante 17 años y la complejidad y detalle de
lo descrito solo es compatible con la más descarnada verdad. La creación del G2
o Seguridad del Estado tenía tres funciones: Espionaje, contraespionaje y
seguridad personal del caudillo. Cualquier crítica contra la revolución, por
menor que fuera, era grabada y reportada diariamente; los militares de alta
graduación, políticos, administrativos, diplomáticos, todos eran grabados.
Nadie era indispensable. Carcelería, tortura y fusilamiento eran utilizados sin
miramientos y sin compasión. La seguridad personal tenía tres anillos
concéntricos: El tercero tenía miles de soldados cuidadosamente escogidos; el
segundo se denominaba grupo operativo y constaba de 80-100 soldados; el primer
anillo o escolta eran dos equipos de 15 hombres cada uno. Sánchez estaba en
este selecto grupo.
Estados Unidos comenzó su
bloqueo comercial a Cuba en 1962 y Rusia respondió con una masiva ayuda a la
Revolución, hasta que los problemas soviéticos de la década del 80 obligaron a
suspender esos aportes a la Isla. Sánchez describe cómo Castro inició entonces
una floreciente política de contrabando, seguida de un enorme narcotráfico de
cocaína colombiana. A mediados de 1989, ante la insistente acusación regional
de estas corruptas prácticas, Fidel orquesta una investigación y captura de
prominentes miembros del gobierno, incluyendo al General Arnaldo Ochoa
–considerado héroe de la revolución y que acababa de regresar de guerrear en
Angola- a quien degradó públicamente a soldado raso y luego fusiló, con otros
líderes, tres semanas después. Así de diabólica era la conducta del tirano.
VENEZUELA
La década del 50 muestra a
Venezuela gobernada por Generales desde la disolución de la Gran Colombia en
1830, con excepción de Rómulo Betancourt que gobernó entre 1945-1948 en medio
de la bonanza económica producida por el petróleo, tan necesario en la post
guerra. En 1952 el General Marcos Pérez Jiménez realizó otro golpe y gobernó
hasta 1958, llevando a cabo muchas obras públicas pero dentro de una férrea
dictadura. La violenta represión no se hizo esperar. Ya el 90% de la economía
dependía del petróleo, el agro se había descuidado y existían graves problemas
sociales. La población luchaba por reinstalar la democracia y finalmente
triunfaron. Pérez huyó y en 1959 se celebraron elecciones libres con el regreso
de Betancourt.
Las cuatro décadas siguientes
dieron paso a gobiernos civiles. Las empresas petroleras fueron nacionalizadas
en 1976. Sin embargo, la economía entró en crisis a raíz del endeudamiento
incurrido después del “boom” petrolero de la década del 70. La caída del precio
del petróleo se acompañó de espirales
inflacionarios, desconfianza de inversionistas, corrupción administrativa y
mercados negros de bienes y divisas. El fracaso de los gobiernos civilistas
originó la consabida protesta popular en varias ciudades apoyada por los militares aventureros de
siempre, entre los cuales figuraba Hugo Chávez.
En 1988 Carlos Andrés Pérez
inicia su segundo período presidencial, llevando a cabo una serie de ajustes
económicos impuestos por el Fondo Monetario Internacional, incluyendo un
aumento del 100% en el precio de la gasolina. La primera semana de Marzo de 1989
tuvo lugar en Caracas una serie de fuertes protestas y disturbios (“Caracazo”)
reprimidos por la Policía y el Ejército. El reporte de 276 muertos y miles de
heridos puede haber quedado corto. En su libro “El Delfín de Fidel”, el General
Peñaloza, que había seguido al
movimiento conspirador de Hugo Chávez, relata que Fidel Castro había infiltrado
un pelotón de francotiradores cubanos que disparaban a los militares que
luchaban por restablecer el orden durante el Caracazo, siendo esta la causa del
recurso de fuego a discreción. El descrédito del gobierno se tornó
irreversible. En 1993 Pérez, acusado oficialmente de corrupción, fue obligado a
renunciar. El descontento y frustración popular abrazó el discurso demagógico
de Chávez, quien triunfó en las elecciones de 1998. Por el libro de Juan
Sánchez, sabíamos que ya desde los 70, Castro ansiosamente buscaba aliados
venezolanos para no depender de la lejana Rusia.
Hacia 1998, Venezuela producía
1.94 millones de barriles diarios. Hugo Chávez, admirador de Fidel, no tardó en
recibir cátedra de éste, quien le instaba a “aprender
a manejar la ignorancia de los pobres con un verbo encendido de autoridad y
poder”. Utilizando miles de millones de petrodólares, Chávez asignó
subsidios con el fin de comprar el sector empobrecido de la población,
incluyendo elementos del hampa para formar “brigadas revolucionarias”. Entre
2004-2013, Chávez envió a Cuba cien mil barriles diarios de petróleo,
recortando el presupuesto venezolano en ¡58,950 millones de dólares! Cuba se
comprometió a enviar apoyo en educación, salud, deporte, ciencia y tecnología.
El saqueo del país lo llevó a una creciente inflación, pobreza, pérdida de la
libertad y a un desenfrenado narcotráfico.
En 2013 Chávez murió de cáncer,
meses después de haber elegido como sucesor a un chofer de autobús llamado
Nicolás Maduro. Este sujeto, protegido por una elite de guardaespaldas cubanos
y altos jefes militares organizados según el sistema de seguridad castrista, ha
continuado la cuasi destrucción del país de Bolívar, dando lugar a una épica
emigración de tres millones de venezolanos y una impagable deuda externa de 175
mil millones de dólares. En Enero del presente año la inflación llegó a 2.6
millones por ciento y el FMI estima que puede llegar a 10 millones por ciento
en Diciembre.
LA CORRUPCIÓN
Transparencia Internacional es
una ONG fundada en 1993 en Alemania. Define la corrupción como “el abuso del
poder para beneficios privados que finalmente perjudica a todos y que depende
de la integridad de las personas en una posición de autoridad”. Desde 1995, la
entidad publica anualmente su Índice de
Percepción de Corrupción (IPC). El puntaje varía de 0 (corrupción elevada)
a 100 (transparencia elevada). El 29 de Enero 2019 apareció su más reciente IPC
entre 180 países, demostrando la incapacidad de la mayoría de los gobiernos
para controlar la corrupción, lo que a su vez contribuye a una crisis de la
democracia en todo el mundo. La puntuación media fue 43 y solo 27% de los
países alcanzaron más de 55 puntos.
Hay una relación directa entre
corrupción y la salud democrática global. Las llamadas “democracias plenas”
obtuvieron un promedio de 70; las “democracias débiles” promediaron 49; los
gobiernos “híbridos” (con algunos sistemas autocráticos) tuvieron 35, y los
regímenes autocráticos alcanzaron una media de 30.
En Latino América, Uruguay
recibió 70 puntos (puesto global 23) y Venezuela 18 (puesto global 168). Los puntajes de Bolivia (29), México (28) y Nicaragua (25), evidenciaron alta
corrupción. La reconocida autocracia cubana ha venido sosteniendo un puntaje
alrededor de 47, lo cual es explicable por el monopolio absoluto de las
empresas productivas y un régimen que funciona por encima de la ley, según un
exhaustivo estudio de Ricardo Puerta.
El autor sostiene que “los
sistemas políticos e ideológicos no son culpables de la corrupción, sino la naturaleza humana”. Afirma que los
países con menor corrupción son aquellos con mayores niveles de inversión y producto
interno bruto, respeto a derechos humanos, integración a mercados
internacionales, alto nivel de vida y riqueza. Pero es imprescindible que, además
de crear sociedades democráticas, se practique conductas culturales modernas, tales como descartar hábitos
retrógrados y no vivir por encima o debajo de la ley. Según Puerta, la cultura
del civismo y educación tiene que ser transmitida de padres a hijos.
El Perú, con su decepcionante puntaje de 35 en el IPC de este año,
figura en el puesto 105 de 180 países, habiendo caído 22 posiciones desde 2012.
Ni siquiera sumamos el puntaje de las “democracias débiles”. Somos un país híbrido,
en donde figuran democracias débiles con algunos sistemas autocráticos.
El territorio de nuestros Incas
se ha empequeñecido con el tiempo mientras nuestros políticos guerreaban entre
sí. Como Cuba y Venezuela también hemos tenido una historia republicana repleta
de caudillos militares, luchas fratricidas por el poder hegemónico y
corrupciones a todo nivel. A pesar de ser un país rico, la política y la falta
de educación nos ha llevado por un camino sin los valores que conducen a un
desarrollo sostenible.
Hoy tenemos gente pobre, mal
educada, aislada por la geografía y la indiferencia de los afortunados,
descontentos crónicos e incluso víctimas de agitadores apátridas que buscan
frenar el desarrollo con tal de vender ilusiones que solo cosechan las tragedias
descritas.
Hemos pasado por recientes
aventuras nefastas como el Alanismo, el Velascato, el Fujimontesinismo, el
Toledismo, el Humalismo y el Ppkausismo. Los desgobiernos se suceden sin lograr
el despegue definitivo. El civismo sigue tan pálido como la anemia y pobreza de
nuestras gestantes que traen bebes desnutridos, mientras los gobernantes están
ocupados en aprender a gobernar. La improvisación alimenta la corrupción.
DEBATES EN EL PERÚ
Muchos hablan pero muy pocos
son conscientes de los peligros. Los engendros de Fidel ya destruyeron Cuba y
Venezuela. Ahora pululan en Bolivia y Nicaragua. Por otro lado, Brasil,
Argentina y Ecuador han recientemente aplicado correctivos a la influencia
chavista. El socialismo actual de México es sumamente peligroso, pues se
desenvuelve dentro de una alta corrupción.
En el Perú, nuestros noticieros
cotidianos mayormente compiten por publicar irrelevancias o mantener la
sintonía de sus programas basura. El conocimiento y la cultura son valores
extraños, muchas veces despreciados. Ya es tiempo que se reúnan líderes para
estudiar cómo gobernar al país que les vio nacer. Solo con la participación
generosa y proactiva de los peruanos preclaros que tenemos, nos aproximaremos
al 2021 con la presencia de múltiples y valiosos Debates que ilustren y empoderen al elector. Es preciso dejar de
lado a las estúpidas Encuestas, que contribuyen a la inconsecuencia o
atontamiento de un pueblo carente de cultura cívica, privándolo de la
oportunidad de conocer por qué y cómo deben apoyar las múltiples reformas que
necesita el país.