Yo tenía 6 años y
con mi hermano mayor comenzábamos a jugar futbol en casa; me dijo una vez “yo
soy la U y tú eres el Boys”. “¿El qué?” pregunté. “El Sport Boys del Callao”
fue la respuesta que nunca olvidé. Poco después mi padre nos llevaba al viejo
José Díaz y ahí aprendí lo que era el Sport Boys… ese equipazo porteño reza la canción, con toda razón. Vi hombres de
tez oscura con camisetas rosadas y pantalones y medias negras que encendían las
tribunas de madera cuando lograban otro
gol en tu score…
Creciendo en mi
Barranco de tan corta población (poeta
Juan Ríos) estudiaba en el colegio marista y soñaba con vestir algún día la
casaquilla de mi club chalaco. Después supe que jóvenes maristas del Callao
fueron los fundadores del Sport Boys, el 28 de Julio de 1927.
Aún recuerdo el
campeonato de 1951 y las hazañas deportivas del goleador Valeriano López. Es
sabido que el Callao es cantera de exitosos jugadores peruanos, Sport Boys los
formaba y la falta de apoyo económico los veía partir y triunfar en otros
clubs.
Y entonces nació
Kukín un 4 de Agosto de 1974. Un mes antes yo había regresado de mi postgrado
en Estados Unidos. Carlos Flores se convirtió en futbolista a muy corta edad y
el Club Cantolao recibió un diamante en bruto, de esos que abundan en el futbol
peruano y que no tuvieron la suerte de nacer en Alemania o Inglaterra. Y
sucedió lo inevitable. Kukín se mostró como el jugador diferente que siempre
hemos admirado y alrededor de quien hemos tejido tantas ilusiones, durante su
intermitente brillantez. El Callao lo considera su hijo pródigo: El siempre
retornaba al terruño, regalaba alegría, pero luego reaparecían el desencanto y
la frustración.
Los escribas de
siempre opinan con su conocida mediocridad y punto. Así cumplen con su pobre
recuento. ¿Quién nos dice que la historia del hombre que falleció ayer es el
resultado de nuestras carencias político-sociales? Si hasta el nefasto recuerdo
esta mañana, con video y todo, del cochino foul a otro jugador, es el tipo de
comentario que merece una vida desperdiciada por la torpeza e ignorancia con
que se maneja la cultura deportiva del país, ¿quién se pone a pensar qué
hubiera pasado si Kukín hubiera nacido en el puerto de Lancaster, por ejemplo?
¿O incluso en el de Palermo, cuyo equipo profesional viste desde 1907 los
colores rosa y negro?
La partida de Kukín
Flores debería renovar el liderazgo de los que abogan por las reformas
puntuales de nuestros sistemas educativos y de salud pública, así como la
aplicación en el país de la metodología de instituciones que manejan el deporte
en países desarrollados. Basta ya de
improvisaciones y desaciertos. Hay muchos Kukines en formación que dependen de
nosotros, no del vecino.
De regreso a los
Estados Unidos en la década de los 80, formé el Sport Boys de Dallas, Texas y
competimos durante 15 años en futbol amateur sobre 30. Obtuvimos varios
campeonatos. Yo vestía orgulloso la número 10… de Kukin.
Jorge E. Uceda
Miraflores, 18 de
Febrero 2019