Hace décadas que los peruanos
escuchan a sus políticos que hay que reformar la educación, la justicia y la
salud. La clamorosa ausencia de proactividad en el país, ha dado lugar a que se
espere a que surjan grandes escándalos para ensayar cambios en los sistemas
mencionados.
Durante el segundo gobierno de
García, aparecieron los primeros resultados de las pruebas PISA (Programme for
International Student Assessment), organizados por los países de la OECD
(Organisation for Economic Co-Operation and Development) y con la participación
de otros países invitados, entre ellos el Perú. Los temas a resolver por los
alumnos de 15 años eran Matemáticas, Ciencias y Habilidad Lectora. Al aparecer
los peruanos en el último lugar se produjo el primer escándalo. Todo el Perú se
acordó súbitamente de promover una reforma educativa. Comenzaron por tomar
examen a los maestros, ahora agrupados en un paupérrimo gremio comunistoide y
la mayoría desaprobaron. El Doctor Jaime Saavedra inició una verdadera reforma
educativa durante tres años, pero la torpeza de nuestro mediocre Congreso y la
persistencia de facciones gremiales anti-sistema, han paralizado esa reforma
por ahora. Hay importantes voces que no quieren ser oídas por las autoridades
de turno.
Y ahora nuestro cuarto poder
incendió la pradera con audios de autoridades judiciales corruptas mientras se
investigaba el hampa del primer puerto. ¡A reformar el poder judicial se ha
dicho! Cayó el Ministro de Justicia, renunció el presidente del poder judicial,
se bajaron al Consejo Nacional de la Magistratura, salió el Fiscal de la Nación
pero el sucesor quebró el empate entre cuatro miembros votándose como el nuevo
Fiscal. Ahora tenemos un grupo de notables convocados por el Presidente Vizcarra
que alista un anteproyecto de reforma a ser presentado en los próximos días.
Demás está decir que estamos muy distantes de corregir un sistema de justicia
profundamente corrupto e ineficiente y constituido por profesionales pobremente
educados. Tenemos un lustro por delante para ver hasta donde llegamos.
Con respecto a la salud de los
peruanos olvidados y de su niñez indefensa, no hay tiempo que perder. Bastante
sufrimiento ha ocurrido en los últimos trece años en que venimos proponiendo
por qué y cómo llevar a cabo una reforma integral de los servicios de salud en
el país. El pueblo ignora que nuestros indicadores de salud (agua y
saneamiento, mortalidad infantil, mortalidad materna, retardo en crecimiento,
gasto en salud) figuran entre los puestos 11 y 17 al compararse con los de 21
países latinoamericanos, que 30% de peruanos no tienen cobertura de salud, o
que el Perú aparece en el puesto 93 de 137 países en salud y educación primaria
(Índice de Competitividad Global 2018). No podemos seguir contentándonos con un
status quo mediocre e informal y mirar con miopía el crecimiento anual de
nuestra brecha científica con países desarrollados.
Así como las reformas de
educación y justicia son tan difíciles de lograr, lo mismo ocurre con la
reforma de salud. Nadie duda de la complejidad, costo y tiempo necesarios para
emprender tan formidables retos. Creemos que sin liderazgo y una masiva
comunicación para informar a la población, las reformas aludidas nunca podrán
lograrse. En cuanto a liderazgos, no solo es preciso enlistar profesionales
reconocidos, probos y exitosos sino encontrar jóvenes que comprendan que con
los esfuerzos y estrategias del presente solo ellos podrán administrarlos en
las próximas generaciones.
En la Sección Artículos de
Interés de www.jorgeuceda.org
se publicó en Febrero 2018 un detallado resumen de “Reforma del Sistema de Salud en el Perú” con 26 referencias
bibliográficas. Sin embargo, el tiempo sigue su curso. En la puna los niños
mueren de frío. Ahora hablan de malos manejos en el SIS. Hay problemas que
nunca salen a la luz. En lugar de tener solo 16 escuelas médicas (una por cada
dos millones de habitantes), el Colegio Médico ha contado 58. La multiplicación
de profesores ha alcanzado proporciones bíblicas. Los graduados, mal
preparados, no encuentran trabajo, pero sus padres –orgullosos e ilusionados-
nunca dejaron de solventar la educación de sus hijos.
La explicación de nuestro
fracaso en reformar instituciones no puede ser otra que la de mantener sistemas
arcaicos, perdidos en el tiempo y en la historia. Necesitamos un moderno
Petrarca que nos rescate de la “edad oscura” de la Edad Media y nos coloque en
su “siglo XIV del Renacimiento”. Debemos reconocer que nuestro Perú de hoy no
puede estar tan atrasado, incluso dentro de la comunidad latinoamericana. Somos
un país con abundantes recursos naturales y una progresista clase media.
Desgraciadamente, existe una gran indiferencia para contribuir al bien común.
Típicamente, nuestros obligados electores producen autoridades generalmente
mediocres y frecuentemente corruptas, que medran en un status quo cortoplacista
e improvisado.
Así fue cómo se gestó la última
ley universitaria 30220, aprobada en Junio 2014 y reglamentada en 2016. Nació
un órgano “acreditador” llamado Sunedu que se autodenominó “protectores de la
calidad universitaria en el Perú”. Debemos reconocer que en Enero 2017, se
publicó una lista de 50 carreras ilegales de segunda especialidad, 37
vinculadas a ciencias de la salud. Sin embargo, esta institución se ha
embarcado en evaluar universidades, incluyendo sus diferentes programas o
carreras. El 7 de Junio pasado anunció 40 universidades acreditadas (de un
total de 143), 15 de las cuales tienen programas de medicina. Con respecto a
estas últimas, se ignora los estándares de acreditación empleados o la calidad
de los acreditadores. Decimos esto, porque para acreditar escuelas de medicina
en los Estados Unidos y Canadá, se emplean 12 estándares, descritos en 41
páginas y publicados en Marzo 2017 para acreditar escuelas médicas en los años
académicos 2018-2019, www.lcme.org.
Por estas razones insistimos que Sunedu no puede ni debe intentar acreditar 58
escuelas médicas. Más bien, habría que tomarles un examen nacional de
graduación y ciertamente publicar los resultados en las primeras páginas de los
diarios.
Reconociendo, por ahora, que
hemos pisado terrenos utópicos, me vienen a la memoria los versos del poema
Masa de nuestro insigne César Vallejo: Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Cinco estrofas describen cómo, al final de
la batalla, murió el combatiente; se acercaron uno y muchos hombres para
rogarle que no se muera, pero el cadáver siguió muriendo. Finalmente, cuando se
aunaron todos los hombres de la tierra expresándole su amor, les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar…
El poema nos enseña a no
claudicar, pues las esperanzas y los sueños nunca mueren, mientras existan seres
humanos que se congreguen para velar por los menos afortunados. Se buscan
líderes y comunicadores sociales.