PROPUESTAS PARA REFORMAR
LA EDUCACIÓN MÉDICA EN EL PERÚ
En
la entrega anterior explicamos cómo Estados Unidos y Canadá tomaron el ejemplo
de Alemania para reformar su educación médica, hace nada menos que un siglo.
Nos ocupamos también de señalar tres defectos que impiden la modernización de
nuestra educación médica: crecimiento indiscriminado del número de escuelas,
acreditación poco confiable de dichas escuelas y ausencia de certificación de
calidad para graduados.
Resumamos
el estado actual de la educación médica en el Perú. De 7 escuelas que
funcionaban en 1981, ahora tenemos 32. ¿Cómo han aparecido tantos maestros
universitarios? ¿Es posible que improvisados profesores tengan aprovechados
alumnos? Las obvias respuestas nos mueven a señalar la causa de tanta
irresponsabilidad: malas leyes universitarias, concebidas por políticos
mediocres y "autoridades" aún inmersos en el siglo pasado. Ahora se
quejan de no poder clausurar alguna deficiente escuela porque se estrellan
contra las acciones de amparo.
Antecedentes
Dos
leyes permitieron la multiplicación de escuelas médicas peruanas: a) Ley 23733,
promulgada en 1983 por el Presidente Belaúnde, que dio a las universidades
autonomía académica, económica y administrativa, para crear facultades sin estudios
previos de fuerza laboral. b) Ley 26439, promulgada en 1995 por Alberto
Fujimori, creando el CONAFU (Consejo Nacional
para la
Autorización de Funcionamiento de Universidades), institución
con poderes típicos de un país subdesarrollado, que facilitó la multiplicación
de universidades privadas.
La
educación médica forma especialistas para laborar en hospitales. Medicina
Familiar y Medicina Comunitaria prácticamente no se enseñan tanto en pre como
postgrado. Más de 6000 graduados se han recibido en los últimos dos años. La
licencia se otorga con una simple tramitación en el Colegio Médico. La gran
mayoría no consigue trabajo, pero las autoridades mantienen el obsoleto
"voluntariado" so pretexto de apoyar a la atención primaria de la
salud. Con algunas excepciones, los entrenamientos de postgrado dejan mucho que
desear y los mismos programas otorgan certificados, los cuales son validados
por el complaciente colegio profesional
Las
escuelas médicas son acreditadas prácticamente por ellas mismas. El sistema se
creó en 1999 pero solo se echó a andar 5-6 años después. Hacia 2008, casi todas
las escuelas acreditaron, invocando a Flexner pero ignorando su recomendación
de encargar el proceso a un pedagogo no médico. Las ahora 32 facultades de
medicina continúan produciendo médicos sin control. El registro del Colegio
Médico sumaba 40000 hace una década y 60000 hoy. En países avanzados hay 2
millones de habitantes por cada escuela médica; los 30 millones de peruanos
solo requerirían 15 escuelas médicas.
Los
estudios de fuerza laboral son fundamentales para controlar la sobreproducción
de profesionales. En 1998, la Federación Mundial de Educación Médica presentó
sus estándares internacionales, con el fin de salvaguardar la práctica de la
medicina y la utilización de una adecuada fuerza laboral. Estos principios
fueron adoptados por la
Declaración de Granada de 2001 y firmada por las sociedades
de educación médica española, argentina y chilena, entre otras.
Propuestas puntuales
1) Estudio de recursos
humanos. Urge conocer
el número y distribución de médicos que necesita el país. Ya el Instituto
Nacional de Recursos Humanos ha identificado la sobreproducción de estudiantes
de medicina en el país y cómo nuestras universidades continúan incrementando la
oferta ante la ausencia de estudios de fuerza laboral.
2) Re-acreditación de
escuelas de medicina.
Necesitamos un “Flexner peruano” que lleve a cabo una re-acreditación que no
tenga reparos en señalar las obvias falencias de nuestra enseñanza médica
actual. El Colegio Médico tiene que tomar la iniciativa, como lo hizo el
Americano hace un siglo. La USAID podría apoyar la contratación de la Fundación
Carnegie, que opera en Palo Alto, California. La autoridad de acreditación debe ser independiente, legalmente
constituida y dirigida por pedagogos, no médicos. Una vez concluido el proceso,
tenemos que crear nuestro Comité Intersectorial para la Educación Médica (LCME),
que se encargue de fiscalizar las escuelas acreditadas y mantenga los altos estándares
que reclama la colectividad.
3) Licenciatura médica
mediante Examen Nacional de Graduación. Hay que superar el complejo de los que protestan por seguir
modelos foráneos. El progreso de la humanidad ha sido posible gracias a los
ejemplos exitosos de culturas avanzadas. En los Estados Unidos, en 1915, se
creó el National Board of Medical Examiners (Directorio Nacional de
Examinadores Médicos), una organización independiente, sin fines de lucro, que
se puso al servicio de la población a
través de expertas evaluaciones de los médicos y otros profesionales de la
salud. El NBME fue formado por eminentes líderes en medicina. A través de los
años, el NBME ha contado con el apoyo del Congreso, la Asociación de Médicos
Americanos, las escuelas médicas y la población. En 1992 se formó el USMLE (United States Medical
Licensure Examination), institución que ha desarrollado y puesto en práctica un
complejo pero eficiente sistema de evaluación. En 2008, con ocasión de la
dación de la Reforma
de la Salud de
los Estados Unidos, los 80 miembros del NBME publicaron un documento sobre la
evaluación de las competencias y prácticas de los profesionales de la salud,
reiterando que “la licencia para practicar medicina en los Estados Unidos no se
concede al momento de la graduación. La licencia se obtiene mediante la
revisión de los créditos de la escuela médica y luego de haber completado
satisfactoriamente los exámenes de licenciatura del USMLE”.
En
el Perú, este paso fundamental sería administrado por un Directorio Nacional de Examinadores Médicos. Esta entidad debe ser
corporativa e independiente y contar con el auspicio del Congreso, Ministerio
de Salud, Colegio Médico y Facultades de Medicina. Los miembros del Directorio
deben ser personalidades de reconocido prestigio y solvencia moral y ajenos a
las influencias de los políticos de turno. Ya lo dijo un eminente catedrático:
“Las universidades no pueden ser juez y parte”. El examen nacional único se
podría aplicar obligatoriamente a las diez promociones médicas más recientes,
cuyos graduandos tendrían que pasarlos para poder practicar medicina. Los graduados
de anteriores promociones podrán tomar el examen en forma opcional. Los
beneficios saltarán a la vista. El público sabrá reconocer la capacidad de sus
médicos tratantes. La licenciatura médica será un indicador fundamental para el
proceso de acreditación de las escuelas médicas. El exceso de desaprobados en
un verdadero Examen Nacional de Graduación constituirá un instrumento de
acreditación firme y veraz.
4) Abolición del
servicio rural por recién graduados. Es
imperativo abolir la obligación del servicio rural como requisito para
emprender estudios de post grado. Nada más injusto para el joven médico que ha
invertido tantos años en su formación y que desea continuarla con más estudios,
que tener que transcurrir un año de su preciosa existencia en una labor que
debe ser organizada de un modo más eficiente y con profesionales bien
preparados y recompensados económica y socialmente por el Estado. La reforma de
la Atención Primaria de la Salud solucionará la abolición de este servicio.
5) Promoción de la
investigación científica. Un
aspecto muy dejado de lado por la gran mayoría de escuelas de medicina es el
relacionado con la investigación científica. En algunos casos, los peruanos
somos proclives a declarar mucho pero a hacer poco. Pareciera que nuestros
gobiernos, tan empeñados en “luchar contra la pobreza”, no se hubieran
percatado de las bondades de la Investigación y Desarrollo e Innovación (I+D+i)
en la creación de oportunidades en el país, en la formación de una clase media
más ancha (trabajadores de alta calificación), ésa que puede mantener un país
estable. En medicina, solo contamos con un puñado de investigadores que, al
igual que los pioneros de la salud pública en el pasado, trabajan hoy
aisladamente y con escasos recursos, tanto del Estado como de la comunidad
internacional. Nuestras universidades más prestigiosas mantienen programas de
investigación que requieren un decidido apoyo, especialmente para becar
estudiantes al extranjero y asegurar su retorno con incentivos, a fin de servir
al país difundiendo su experiencia, sin los obstáculos de siempre.
Asimismo, debemos promover en nuestro
país los grados de Maestro en Ciencia (Master Science) y Doctor en Filosofía (PhD)
para estimular la verdadera investigación científica en los diferentes campos
de la salud. Nuestros grados de maestrías y doctorados, salvo escasas
excepciones, no poseen la misma equivalencia y las instituciones certificantes lo
saben. Y para los alumnos de pregrado, debemos promover la publicación de
estudios clínicos y de investigación, aspectos formativos aún muy descuidados.
6)
Cambios legislativos. Naturalmente,
las consideraciones aquí planteadas van a requerir sustanciales cambios en
nuestro ordenamiento jurídico, para lo cual, expertos en salud y el Congreso de
la República ,
deben lograr la derogación de las leyes que nos mantienen cautivos en la
mediocridad y la obsolescencia y hacer posible los cambios con leyes modernas,
transparentes y comprometidas con la comunidad. Este es un trabajo para una
comisión de especialistas del más alto nivel y probidad moral. La población,
como parte interesada, debe estar al tanto de los pormenores de este proceso.