El
Perú de hoy presenta una situación política nebulosa como el cielo limeño, sin
nada que festejar y con esa permanente desazón de incertidumbre, de no saber a
dónde vamos, siempre temiendo lo peor a la vuelta de la esquina. Las fiestas
patrias pasaron sin pena ni gloria. El discurso presidencial del pastor
Cipriani fue lo único rescatable.
Ha
transcurrido un año de este nuevo gobierno, en que se ha demostrado lo
improvisados que estaban. Ahora confiesan que están aprendiendo a gobernar. Así
somos los peruanos, facilitos de engañar. Casi todos ahora declaramos que la
inseguridad ciudadana es el peor de nuestros males. El gobierno se jacta de su
política asistencialista como si ello fuera a corregir las desigualdades.
Mientras tanto, grupúsculos de delincuentes terroristas andan sembrando la
discordia y el anti-sistema ante la vista y paciencia de un gobierno
desprovisto de visión y manejo y con una evidente incapacidad para preservar el
imperio de la ley.
La
ausencia de reformas no es nada nuevo en este país. Sin embargo, el trabajo de
una década para iniciar aires reformistas en educación, que devino en el
establecimiento de la Carrera Pública Magisterial -algo fundamental para atacar
la raíz de una desastrosa pedagogía nacional- ha sido detenido por una ministra
torpe e irresponsable, con el traicionero apoyo de un gremio dominado por ideologizados resentidos sociales.
Estas
y muchas otras señales alarmistas nos llevan a examinar las últimas elecciones
generales, origen de la situación
actual. Las candidaturas "progresistas" se torpedearon entre sí, haciéndole
el juego a las dos que las derrotaron en las urnas. Un famoso novelista
peruano-español había catalogado a los dos grupos victoriosos como el cáncer y
el sida, para luego descaradamente apoyar a uno de ellos agitando banderitas de
mal perdedor. Y otro sujeto, ex-presidente despreciado por gran parte de la
población, afirmó que votar por el eventual ganador era "dar un salto al
vacío", para seguidamente realizar el salto, zurrándose en quienes votaron
por él. El candidato anti-sistema recibió un escandaloso soporte económico de
Venezuela y Brasil gozando de una total impunidad, gracias a un timorato poder
electoral. Durante doce meses hemos asistido a un Estado en piloto automático,
con un presidente que incendiaba la pradera como candidato y hasta hoy no se
puede acomodar en la ancha silla en la que le tocó sentarse. Eso sí, recordaba
a otro candidato que le decían el mudo y que en este país de sordos le iba bien.
Por ello, y como no sabe hablar y no tiene mucho que decir, ha seguido ese
ejemplo. Los conflictos sociales que este presidente alentó le hacen ahora la
vida imposible. Conga, el peor de todos, ha detenido el progreso del país,
única manera de lograr la tan mentada inclusión social. Luego de un tercer
Gabinete Ministerial, el Congreso cambió su presidente, cuya nefasta actuación
fue desaprobada por 80% de la población. La oposición presentó una lista que
encabezaba una lideresa del partido perdedor de la segunda vuelta pero, oh sorpresa,
un grupo de progresistas también se subió al carro oficialista y la mini
oposición perdió.
Hagamos,
pues, cuentas:
Primera vuelta: Gana Perú 31%,
Fuerza 2011 23%, APGC 18%, PP 15%, SN 10%
Segunda vuelta: Gana Perú 51.5%,
Fuerza 2011 48.5%
Como
se ve, tres candidaturas afines totalizaron un 43% de electores, pero por su irresponsabilidad y
gran torpeza política, perdieron el carro de la historia y dejaron al país en
manos incapaces. Un año después, es evidente que elegimos mal. A un poder
ejecutivo improvisado y generalmente incapaz, se le sumó un desastroso poder
legislativo lleno de corruptos y con una oposición, salvo honradas excepciones,
más bien mediocre y permisiva. Lo más preocupante es que nuestro ejemplar
desarrollo tiende a estancarse. La minería y la agro exportación están en la
mira de los radicales ante la inacción del gobierno que no puede ejercer
autoridad y hacer respetar la ley. El problema es que nadie sabe cómo el Perú
enfrentará los próximos cuatro años, especialmente si nos vamos a ver envueltos
en la crisis económica mundial. En estos momentos, la educación pasa por
grandes problemas motivados por marchas y contramarchas que han originado una
moción de interpelación a la ministra por la bancada de Fuerza 2011. Aquí es
donde recordamos la ley de los promedios.
Según
la ley cinética, una onda no puede mantenerse rígida, sino que sigue un
movimiento de flujo y reflujo; esto explica como toda acción genera una
reacción, lo cual ocurre en todo orden de cosas. Ante la inercia política del
gobierno, la iniciativa parlamentaria de Fuerza 2011 es la onda reactiva que
puede hacer levantar al peruano pensante, para que recuerde que la gran mayoría
no votó por las ideas trasnochadas del llamado "partido
nacionalista". Ha llegado la hora de velar por nuestra patria. Recuerden
las palabras del Presidente Kennedy a su pueblo: "No preguntes qué puede
hacer el país por ustedes; más bien pregunten qué pueden hacer ustedes por su país".
Rescatemos el verdadero orgullo nacional y velemos por el crecimiento y
desarrollo del Perú. Defendamos la Minería, la Agro-exportación, la obtención
de puestos de trabajo. Cuidemos la educación de nuestra niñez. Iniciemos una
reforma verdadera de la salud. Castiguemos la corrupción, la delincuencia y el
narcotráfico. Subamos el volumen de la prensa honesta y responsable. Es necesario que nuestra mayoría
levante su voz. Desterremos a los pusilánimes.
Ahora
nos toca correr la onda positiva.