martes, 15 de agosto de 2023

EL NARCOTRAFICO EN LA POLITICA LATINOAMERICANA

 

El avance del comunismo en Latinoamérica está directamente relacionado con el incremento del narcotráfico. Sin embargo, la complacencia y el rudimentario civismo de la población la han llevado a distanciarse de la política y su evidente irresponsabilidad los induce a votar sin conocer el candidato o sus propuestas. Hemos ignorado la admonición de Giovanni Sartori, el experto en Ciencia Política que vivió en Florencia entre 1924 y 2017. El decía: “El pesimismo es peligroso porque nos lleva o induce a la rendición; pero el mal lo hace el optimismo o el tranquilismo, que conducen a no hacer nada”.

Ello explica el crecimiento regional de “cuatro jinetes del apocalipsis” que avanzan imparables: Pobreza, corrupción, comunismo y narcotráfico, lo cual se viene gestando hace varias décadas. Todo comenzó durante la dictadura de Fulgencio Batista en la Cuba de 1950. Por entonces, “la Perla del Pacífico” era un país relativamente próspero con seis millones de habitantes; su PBI per cápita era tercero en la región, después de Venezuela y Uruguay; su economía dependía de una gran elaboración de caña de azúcar que exportaba casi toda a Estados Unidos; también producía cacao y tabaco; 76% de la población sabía leer y escribir, cuarto índice de alfabetización en América Latina. Batista se enriqueció durante sus gobiernos de 1940-4 y 1952-9 y su dictadura produjo un marcado divorcio entre el campo y la ciudad; en la vida rural se duplicó la mortalidad infantil y 60% de tres millones de campesinos carecían de agua, servicios sanitarios o electricidad. La dictadura permitió el enriquecimiento de las empresas americanas y la oligarquía cubana. Finalmente, la revolución derrocó al dictador y en 1959 los cubanos recuperaron su libertad, pero su líder pronto abrazó el comunismo y entonces, el pueblo perdió nuevamente esa libertad.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, sobrevino la “guerra fría” donde se enfrentaron el capitalismo y el comunismo. Con los años, el improductivo sistema de gobierno adoptado por Cuba, no tuvo más remedio que solicitar el auxilio económico de Rusia, el que se prolongó hasta que mermaron las reservas del gigante. Entonces Fidel adoptó el narcotráfico como tabla de salvación, hasta que años después fuera rescatado por los petrodólares de Hugo Chávez. Este y su heredero Maduro destruyeron Venezuela hasta que también tuvieron que recurrir al narcotráfico para solventar la escandalosa corrupción que mantenía una población empobrecida mientras la cúpula gobernante amasaba cuantiosas fortunas. Los Cuatro Jinetes se fueron extendiendo a Nicaragua, Bolivia y, más recientemente, ocuparon Ecuador, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia.

No obstante los avances del comunismo internacional, la resistencia democrática recuperó temporalmente Ecuador y Brasil, si bien el gigante sudamericano se ha sometido ahora al padrino de los “lava jato” y al ominoso Foro de Sao Paulo. Afortunadamente, el Perú ha presentado una férrea resistencia democrática respaldada por sus valerosas fuerzas armadas, aunque la gran mayoría anticomunista ha mantenido su acostumbrada parsimonia cívica, tan peligrosa como irresponsable. Por otro lado, la educada ciudadanía chilena ha reaccionado positivamente a su error inicial. Incluso en Argentina se avizoran tiempos mejores para recuperarse gracias a un nuevo liderazgo político.

Falta, sin embargo, la lucha contra la corrupción, donde Latinoamérica figura pobremente entre un total de 180 países, según la publicación anual de Transparencia Internacional, creada en 1993 en Alemania. Entre los peores, Venezuela y Nicaragua ocupan los puestos 177 y 167, respectivamente; Honduras, Guatemala, Paraguay, México, Bolivia y República Dominicana figuran entre los puestos 157 y 123; Perú, Panamá y Ecuador igualan en puesto 101. Las excepciones son Costa Rica, Chile y Uruguay, quienes ocupan los puestos 48, 27 y 14, respectivamente. Es altamente probable que, para el próximo reporte anual (enero 2024) nuestro país habrá retrocedido significativamente.

Lastimosamente, el narcotráfico es el brebaje venenoso que temíamos en marzo 2019 cuando afirmábamos que ello ocurriría con la asociación de comunismo y corrupción. Hay varias satrapías sudamericanas que funcionan como narco-estados. México, Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia son claros ejemplos. Recientemente asesinaron al candidato presidencial Fernando Villavicencio en Ecuador, lo que nos hizo recordar los magnicidios de Galván en Colombia (1989) y Colosio en Tijuana (1994). Hoy, cuando tenemos tantos gobiernos izquierdistas corruptos, el crimen organizado afecta notablemente la inseguridad ciudadana y, ante la lucha democrática para frenar el comunismo internacional, es preciso alertar a nuestras fuerzas armadas y policiales para frenar con energía las hordas delincuenciales asociadas al narcotráfico y a las crecientes cifras de pobreza.

Todo gobierno comunista como el que aún no hemos terminado de erradicar, ha preparado alrededor de la pobreza el caldo de cultivo que envenena a un pueblo engañado y carente de suficiente cultura como para liberarse y permitirle crecer con libertad y desarrollo. A los peruanos, no nos queda otro camino que involucrarnos en la reacción democrática, liderados por políticos que depongan la búsqueda aislada del poder y elaboren un plan de gobierno que nos permita derrotar a los “cuatro jinetes” aludidos e ingresar al primer mundo. ¡Los jóvenes a la obra y los viejos honrados y capaces a apoyarlos! Aquél que se contenta con poco, nunca encontrará el progreso.