Lo
que hoy ocupa el parqueo norte de Larcomar fue el escenario obligado de la
juventud en la década de los años cincuenta. Ahí quedaba la pista de patinaje,
con sus tantas horas de sano esparcimiento y románticos encuentros.
Las
últimas elecciones presidenciales permitieron a muchos de nosotros abrigar la
esperanza, ahora sí, de soñar con un Perú moderno y con justicia social.
Teníamos, por fin, un presidente de lujo, comparado con los que siguieron a la
dictadura fujimorista. Porque, un peruano educado en Oxford y Princeton,
conocido y respetado en el exterior y con importantes servicios prestados a la
nación durante dos décadas no podría merecer otra calificación.
Seis
meses después, la falta de cohesión política se ha hecho notar en un país donde
se encuentran enemigos a la vuelta de cualquier esquina. El barco de este
gobierno no se construyó en un astillero confiable. Sin mediar grandes
tempestades, las uniones están crujiendo con demasiada frecuencia. Aparecieron
los polizontes de siempre y una variopinta oficialidad, sin otro norte que
satisfacer su irresponsable mezquindad.
El
impresentable congreso anterior, como todos sus predecesores, no supieron
presentar al pueblo una reforma electoral que resucitara al Senado de la
República e instaurara elecciones congresales cada 2.5 años.
Otro
fenómeno importante ocurrió este año cuando recién el 18 de enero se promulgó
la Ley de Organizaciones Políticas (ley 30414), incrementando la valla
electoral de 5% (fijada el 2006) en 1% por cada partido participando como
alianzas políticas. Es sabido que el objetivo de la valla electoral es evitar
la fragmentación en el Congreso. La Alianza Popular del Apra, Partido Popular Cristiano
y Vamos Perú solo consiguió 5.8% de los votos, pero el Jurado Nacional de
Elecciones validó sus 5 representantes apristas aduciendo que las alianzas se
inscribieron antes del 12 de diciembre 2015. Con el fin de mantener su
inscripción, muchas agrupaciones políticas se retiraron de la contienda
electoral. Esto originó que finalizada la primera vuelta, 56.2% fujimoristas
(72 de 130) salieron elegidos al congreso, mientras su candidata presidencial
obtuvo 39.8% de los votos.
La
irresponsable censura de uno de nuestros mejores ministros de educación fue el
resultado de lo mediocre de nuestro ordenamiento electoral.
Volvamos
al “Partido” del gobierno. En estos pasados seis meses, la ciudadanía está
fastidiada por su decepcionante desempeño. La atomización de su grupúsculo
congresal de 2011, formada en parte por los tránsfugas que ahora atacan al
gobierno, fue el presagio de la falta de preparación política de nuestro
ilustre Presidente.
Hace
cinco años un amigo le aconsejó a PPK convocar
peruanos con una genuina vocación de servicio, expertos en sus respectivos
campos, con una trayectoria personal y profesional intachable, para conformar
una organización política diferente que pudiera aglutinar lo mejor de nuestra
juventud estudiosa y emprendedora, con ideas nuevas y renovada energía. ¿Era
mucho pedir? Por supuesto que no. Estos modelos de personas existen, pero están
alejados de la política para no inmiscuirse con los muchos ejemplares que
utilizan el poder para satisfacer apetitos personales.
Logrado
el equipo y con suficiente antelación, se podrían haber detallado las reformas
que necesita el país, discutirlas en grupos sectoriales y luego de algunos
meses, publicar el por qué y el cómo de tales reformas, utilizando los medios
periodísticos e informáticos para informar a la población en bases partidarias
a lo largo y ancho del territorio nacional. Así, las propuestas electorales ya
no serían electoreras, como se acostumbra en nuestro tercermundista país. Todos
esperan la última hora para confeccionar un “plan de gobierno” que nunca llega
a aplicarse ni remotamente.
Lo
expuesto sería el único camino para un día ingresar a la Organización para
la Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE) de los 34 países avanzados.
Por
ahora, las patinadas de nuestro ilustre pero apolítico Presidente me
retrotraen al Parque Salazar de mi juventud.
Pero,
mientras soñamos en dulces recuerdos, ojalá que los jóvenes agarren la idea y
se pongan a la obra.