martes, 14 de mayo de 2024

FRENTE DEMOCRATICO

 

Mientras el país se viene abajo, ahora más que nunca es necesario que los buenos peruanos que ansían competir en democracia, despierten y reactiven la urgente necesidad de reunirse y formar lo único que puede salvar el Perú, un Frente Democrático. Hace pocos meses, muchos pensábamos que el Congreso desaparecería ese engendro vizcarrista llamada JNJ, pero terminó blindándola. Otras dos tareas fundamentales era legislar la recomposición del JNE y la inhabilitación del orate Humala. Sin embargo, lejos de procurar frenar la nefasta manipulación de la caviarada de Gorriti, los congresistas se subieron el sueldo en un condenable acto canallesco y ofensivo a la pobreza de diez millones de peruanos. El silencio de los que considerábamos mejores ha sido verdaderamente decepcionante. Solo queda la recomposición de la junta directiva que vendrá en julio y que de ninguna manera debe presidir otro mequetrefe y corrupto como el actual. Necesitamos un líder fuerte y con arraigo, tipo Roberto Chiabra. Alguien como él (¿tenemos otro igual?) sería nuestro seguro si se tiene que formar un gobierno interino, siempre y cuando no elijan vicepresidente a uno de los filo-senderistas que tenemos.

Antes de entrar en un futuro cercano, veamos el presente. El gobierno no solo es débil, es inviable, ineficiente, corrupto. La aliada de Castillo está pintada en la pared, por más cirugía plástica que se haga. Ahora la pobreza casi llega a 30% y la informalidad a 80%. La Minería está casi parada, a pesar de tener este año una cartera de 51 proyectos que suman 54,556 millones de dólares; a pesar que somos el tercer país con más reservas de cobre y que ahora está a 451 dólares por libra; a pesar que somos el 8º país con más reservas de oro, cuyo precio actual es 2308 dólares por onza; a pesar que somos el 2º país con más reservas de plata, hoy valorada a 27.6 dólares por onza (ver cuadro adjunto). ¿Y por qué la producción minera está crónicamente afectada? Pues, por los conflictos sociales organizados por la mafia caviar y el socialismo del siglo veintiuno, sumados a la grosera inestabilidad política.


Antes de continuar analizando el presente, es preciso denostar a los pusilánimes que son incapaces de rechazar el fraude electoral que ese maligno grupete de caviares y comunistas nos impusieron el 2021, aprovechando la ignorancia, la indiferencia y la incultura cívica del elector peruano. A aquellos “intelectuales” que declaran que “el Perú tiene que habituarse a asumir la responsabilidad ciudadana que corresponde por sus elecciones” los invito a predicar en el desierto. Necesitamos peruanos con hormonas y adrenalina circulando a altos niveles séricos, para solucionar lo que la INEI nos informa hoy, que ya tenemos 10 millones de peruanos pobres.

Y yo les pregunto a la mayoría de los peruanos, ¿no queda otra que esperar al 2026? Que me perdonen los que vaticinan el macabro escenario de confrontar a Keiko contra Antauro. Esos son los mismos que se oponían a la vacancia de Vizcarra. ¿Qué pretenden? ¿Dejar que el enemigo siga comprando a traidores congresistas y a esa proterva y miserable prensa que tenemos, mientras las carencias y la enfermedad continúan afectando a los que no tienen quién los asista? ¿Esperar hasta el 2026, mientras la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, los atentados terroristas, la rampante corrupción, el desgobierno y la injusticia continúan sin control y con total impunidad?

Hay quienes dicen muy orondos que en el Perú nadie sabe lo que puede pasar y, por supuesto, lo mejor es esperar, no hacer nada. ¿Se acuerdan de la famosa admonición de Giovanni Sartori?            Los tiempos que vivimos requieren mucha acción por un Frente Democrático, el cual tiene que irse plasmando ya. Ante la ausencia de partidos políticos capaces de producir un liderazgo avasallador, el Perú actual requiere que sus muchos políticos honestos, capaces y experimentados empiecen a reunirse para conversar, mucho más de lo que seguramente han estado haciendo. Tenemos que conformar un frente unido que vaya elaborando un plan de gobierno en el curso de los próximos seis meses. Es urgente estar preparados. No hay lugar para mezquindades o falsos caudillajes. Hay que estar preparados para un posible gobierno de transición y eso pasa, al menos, por una nueva mesa directiva del Congreso que la salve de su camino claudicante y que tenga la fuerza y energía que la situación demande.

Mientras tanto, es necesario congregar a políticos experimentados, honestos y dispuestos a trabajar por un Perú moderno y eficiente. Afinar un plan de gobierno, que permita realizar las reformas institucionales que necesitamos y que debe comunicarse a la población a través de una prensa libre, dispuesta a defender la constitución y la libertad. Hay que limpiar al Estado, reducir los Ministerios y promover una nueva regionalización. Tenemos que librarnos de las autoridades regionales y las inútiles prefecturas, que se especializaron en alimentar la corrupción y el caos. Ser gobierno no significa rodearse de lujos ni excesos; servir al Estado no es vivir de él. No más escoltas y consultorías. No más automóviles para cualquier hijo de vecino que trabaje en el Estado. Reformar el poder judicial es urgente. La Seguridad Ciudadana debe estar a cargo de expertos. Hay que dejar trabajar al peruano emprendedor. Ya es hora de hacer los trenes que el país necesita. El progreso y el crecimiento disminuirá la pobreza y mejorará la vida de las poblaciones. Solo si seguimos esta línea, el Perú podrá aspirar a gozar de una buena educación y salud de calidad. Todo lo descrito y mucho más, es volver a la democracia y a la libertad. Pero todo requiere de mucho trabajo, mucho estudio y mucha honestidad. Y requiere de peruanos que no estén dispuestos a tolerar el engaño, la corrupción y, sobre todo, otro fraude electoral.

Párrafo aparte merece el sesudo análisis del economista Jorge Baca Campodónico, que señala el fracaso de los gobiernos izquierdistas al provocar un aumento de la pobreza y la desigualdad, criticando el desmanejo para lograr el crecimiento económico mientras se incrementaba irresponsablemente el gasto en programas de inclusión social.