sábado, 13 de abril de 2013

PROPUESTAS PARA REFORMAR LA EDUCACIÓN MÉDICA EN EL PERÚ


PROPUESTAS PARA REFORMAR LA EDUCACIÓN MÉDICA EN EL PERÚ

En la entrega anterior explicamos cómo Estados Unidos y Canadá tomaron el ejemplo de Alemania para reformar su educación médica, hace nada menos que un siglo. Nos ocupamos también de señalar tres defectos que impiden la modernización de nuestra educación médica: crecimiento indiscriminado del número de escuelas, acreditación poco confiable de dichas escuelas y ausencia de certificación de calidad para graduados.

Resumamos el estado actual de la educación médica en el Perú. De 7 escuelas que funcionaban en 1981, ahora tenemos 32. ¿Cómo han aparecido tantos maestros universitarios? ¿Es posible que improvisados profesores tengan aprovechados alumnos? Las obvias respuestas nos mueven a señalar la causa de tanta irresponsabilidad: malas leyes universitarias, concebidas por políticos mediocres y "autoridades" aún inmersos en el siglo pasado. Ahora se quejan de no poder clausurar alguna deficiente escuela porque se estrellan contra las acciones de amparo.

Antecedentes

Dos leyes permitieron la multiplicación de escuelas médicas peruanas: a) Ley 23733, promulgada en 1983 por el Presidente Belaúnde, que dio a las universidades autonomía académica, económica y administrativa, para crear facultades sin estudios previos de fuerza laboral. b) Ley 26439, promulgada en 1995 por Alberto Fujimori, creando el CONAFU (Consejo Nacional  para la Autorización de Funcionamiento de Universidades), institución con poderes típicos de un país subdesarrollado, que facilitó la multiplicación de universidades privadas.

La educación médica forma especialistas para laborar en hospitales. Medicina Familiar y Medicina Comunitaria prácticamente no se enseñan tanto en pre como postgrado. Más de 6000 graduados se han recibido en los últimos dos años. La licencia se otorga con una simple tramitación en el Colegio Médico. La gran mayoría no consigue trabajo, pero las autoridades mantienen el obsoleto "voluntariado" so pretexto de apoyar a la atención primaria de la salud. Con algunas excepciones, los entrenamientos de postgrado dejan mucho que desear y los mismos programas otorgan certificados, los cuales son validados por el complaciente colegio profesional

Las escuelas médicas son acreditadas prácticamente por ellas mismas. El sistema se creó en 1999 pero solo se echó a andar 5-6 años después. Hacia 2008, casi todas las escuelas acreditaron, invocando a Flexner pero ignorando su recomendación de encargar el proceso a un pedagogo no médico. Las ahora 32 facultades de medicina continúan produciendo médicos sin control. El registro del Colegio Médico sumaba 40000 hace una década y 60000 hoy. En países avanzados hay 2 millones de habitantes por cada escuela médica; los 30 millones de peruanos solo requerirían 15 escuelas médicas.

Los estudios de fuerza laboral son fundamentales para controlar la sobreproducción de profesionales. En 1998, la Federación Mundial de Educación Médica presentó sus estándares internacionales, con el fin de salvaguardar la práctica de la medicina y la utilización de una adecuada fuerza laboral. Estos principios fueron adoptados por la Declaración de Granada de 2001 y firmada por las sociedades de educación médica española, argentina y chilena, entre otras.

Propuestas puntuales

1) Estudio de recursos humanos. Urge conocer el número y distribución de médicos que necesita el país. Ya el Instituto Nacional de Recursos Humanos ha identificado la sobreproducción de estudiantes de medicina en el país y cómo nuestras universidades continúan incrementando la oferta ante la ausencia de estudios de fuerza laboral.

2) Re-acreditación de escuelas de medicina. Necesitamos un “Flexner peruano” que lleve a cabo una re-acreditación que no tenga reparos en señalar las obvias falencias de nuestra enseñanza médica actual. El Colegio Médico tiene que tomar la iniciativa, como lo hizo el Americano hace un siglo. La USAID podría apoyar la contratación de la Fundación Carnegie, que opera en Palo Alto, California. La autoridad de acreditación  debe ser independiente, legalmente constituida y dirigida por pedagogos, no médicos. Una vez concluido el proceso, tenemos que crear nuestro Comité Intersectorial para la Educación Médica (LCME), que se encargue de fiscalizar las escuelas acreditadas y mantenga los altos estándares que reclama la colectividad.

3) Licenciatura médica mediante Examen Nacional de Graduación. Hay que superar el complejo de los que protestan por seguir modelos foráneos. El progreso de la humanidad ha sido posible gracias a los ejemplos exitosos de culturas avanzadas. En los Estados Unidos, en 1915, se creó el National Board of Medical Examiners (Directorio Nacional de Examinadores Médicos), una organización independiente, sin fines de lucro, que se puso al servicio de la población a través de expertas evaluaciones de los médicos y otros profesionales de la salud. El NBME fue formado por eminentes líderes en medicina. A través de los años, el NBME ha contado con el apoyo del Congreso, la Asociación de Médicos Americanos, las escuelas médicas y la población. En 1992 se  formó el USMLE (United States Medical Licensure Examination), institución que ha desarrollado y puesto en práctica un complejo pero eficiente sistema de evaluación. En 2008, con ocasión de la dación de la Reforma de la Salud de los Estados Unidos, los 80 miembros del NBME publicaron un documento sobre la evaluación de las competencias y prácticas de los profesionales de la salud, reiterando que “la licencia para practicar medicina en los Estados Unidos no se concede al momento de la graduación. La licencia se obtiene mediante la revisión de los créditos de la escuela médica y luego de haber completado satisfactoriamente los exámenes de licenciatura del USMLE”.

En el Perú, este paso fundamental sería administrado por un Directorio Nacional de Examinadores Médicos. Esta entidad debe ser corporativa e independiente y contar con el auspicio del Congreso, Ministerio de Salud, Colegio Médico y Facultades de Medicina. Los miembros del Directorio deben ser personalidades de reconocido prestigio y solvencia moral y ajenos a las influencias de los políticos de turno. Ya lo dijo un eminente catedrático: “Las universidades no pueden ser juez y parte”. El examen nacional único se podría aplicar obligatoriamente a las diez promociones médicas más recientes, cuyos graduandos tendrían que pasarlos para poder practicar medicina. Los graduados de anteriores promociones podrán tomar el examen en forma opcional. Los beneficios saltarán a la vista. El público sabrá reconocer la capacidad de sus médicos tratantes. La licenciatura médica será un indicador fundamental para el proceso de acreditación de las escuelas médicas. El exceso de desaprobados en un verdadero Examen Nacional de Graduación constituirá un instrumento de acreditación firme y veraz.

4) Abolición del servicio rural por recién graduados. Es imperativo abolir la obligación del servicio rural como requisito para emprender estudios de post grado. Nada más injusto para el joven médico que ha invertido tantos años en su formación y que desea continuarla con más estudios, que tener que transcurrir un año de su preciosa existencia en una labor que debe ser organizada de un modo más eficiente y con profesionales bien preparados y recompensados económica y socialmente por el Estado. La reforma de la Atención Primaria de la Salud solucionará la abolición de este servicio.

5) Promoción de la investigación científica. Un aspecto muy dejado de lado por la gran mayoría de escuelas de medicina es el relacionado con la investigación científica. En algunos casos, los peruanos somos proclives a declarar mucho pero a hacer poco. Pareciera que nuestros gobiernos, tan empeñados en “luchar contra la pobreza”, no se hubieran percatado de las bondades de la Investigación y Desarrollo e Innovación (I+D+i) en la creación de oportunidades en el país, en la formación de una clase media más ancha (trabajadores de alta calificación), ésa que puede mantener un país estable. En medicina, solo contamos con un puñado de investigadores que, al igual que los pioneros de la salud pública en el pasado, trabajan hoy aisladamente y con escasos recursos, tanto del Estado como de la comunidad internacional. Nuestras universidades más prestigiosas mantienen programas de investigación que requieren un decidido apoyo, especialmente para becar estudiantes al extranjero y asegurar su retorno con incentivos, a fin de servir al país difundiendo su experiencia, sin los obstáculos de siempre.

Asimismo, debemos promover en nuestro país los grados de Maestro en Ciencia       (Master Science) y Doctor en Filosofía (PhD) para estimular la verdadera investigación científica en los diferentes campos de la salud. Nuestros grados de maestrías y doctorados, salvo escasas excepciones, no poseen la misma equivalencia y las instituciones certificantes lo saben. Y para los alumnos de pregrado, debemos promover la publicación de estudios clínicos y de investigación, aspectos formativos aún muy descuidados.

6) Cambios legislativos. Naturalmente, las consideraciones aquí planteadas van a requerir sustanciales cambios en nuestro ordenamiento jurídico, para lo cual, expertos en salud y el Congreso de la República, deben lograr la derogación de las leyes que nos mantienen cautivos en la mediocridad y la obsolescencia y hacer posible los cambios con leyes modernas, transparentes y comprometidas con la comunidad. Este es un trabajo para una comisión de especialistas del más alto nivel y probidad moral. La población, como parte interesada, debe estar al tanto de los pormenores de este proceso.