miércoles, 20 de febrero de 2019

SEÑOR PRESIDENTE




En vista de que el 2021 está a la vuelta de la esquina, no hay tiempo que perder. Usted sabe que para gobernar hay que prepararse. Quién mejor que usted para comprender lo que le sucedió a su compañero de lista. Ahora, el destino lo ha colocado en un punto de quiebre. Si no me simpatizara no le escribiría, pero debo constar que estas líneas son el último capítulo de una gesta de 45 años para proteger la salud de una enorme cantidad de peruanos que no reciben la calidad de atención que descubrí en 30 años de formación y práctica profesional en los Estados Unidos.

Pensé haber cumplido con el país pero hoy leí la extensa entrevista de Mariela Balbi a Luis Bedoya Reyes, ilustre peruano que hoy cumple 100 años de vida ejemplar. Dijo de usted que “se adapta bien a lo que pide el pueblo”, que “es impredecible pero que tiene opinión”, que “ahora está más dedicado a vivir el episodio y que debe entrar al gobierno fundamental” y finalmente, que “fije metas para el futuro cercano y deje líneas matrices para el siguiente régimen”. Con respecto al peruano, la frase del Dr. Bedoya debería retumbar en los confines del país: Preguntado si el estilo de hacer política es la animosidad y la polarización, contestó: “No. Esa es la condición normal del peruano. ¿Por qué tú y no yo? También es normal del peruano estar en la calma chicha, la comodidad. No está aquí ni allá, pero está”.

La lucidez del Doctor Bedoya me animó a escribirle a usted sobre la Reforma de la Salud en el Perú. Si lo expuesto abajo merece su atención, trabajaré con su equipo hasta plasmar un documento que quede no solo para el próximo gobierno sino muy probablemente para la próxima generación, pues se trata de un proceso difícil, largo y costoso. Ciertamente no busco poder político o económico.

Reformar la salud es un clamor nacional. Las instituciones del Sector son obsoletas y deben modernizarse. Los urgentes cambios necesarios requieren una revisión legal por expertos. Los indicadores de salud no son conocidos por la población, especialmente aquellos que se comparan pobremente con otros países latinoamericanos. La educación médica y paramédica se ha convertido en un negociado sin control, intocable y por ende, mafioso. El ejercicio profesional funciona con controles característicos del siglo pasado. Las escuelas y los diversos centros de salud funcionan sin un sistema de acreditación moderno y confiable. El Sunedu de las universidades peruanas no debe ni puede acreditar la formación de médicos o la actividad hospitalaria. La Atención al Primer Nivel de Salud no se debe hacer en hospitales sino en Postas Médicas o Clínicas de Barrio y es en ellas donde se debe realizar la mayor inversión en salud. La universidad debe preparar médicos familiares y comunitarios para atender los pueblos alejados del país; su remuneración debería ser el triple de los que laboran en la Capital. El Aseguramiento Universal es un sueño imposible sin un estudio financiero por economistas contratados a tiempo completo por un período prolongado; aquí, organismos o fundaciones internacionales podrían sufragar tan importante tarea. Agua y saneamiento requieren atención continua y una millonaria inversión en los próximos 5-10 años; sin esta tarea, no puede reformarse la salud. Finalmente, otro grupo de expertos deberán trabajar en un acceso universal a medicamentos de calidad.

En la sección Blogs de mi página web publico Reforma del Sistema de Salud en el Perú (Setiembre 2008, 9 páginas, 34 referencias bibliográficas).

Muy atentamente,
Jorge E. Uceda del Campo

Miraflores, 20 de Febrero, 2019.